Como hay una urgencia del copón, el Borbón titular recibe al voluntarioso gendarme del Congreso, López, mañana a la una de la tarde —menudo madrugón— para que le informe de lo que ya debería saber desde el viernes. La tontuna ceremonial es solo una más del millón y pico de tomaduras de tupé que llevamos desde el 20 de diciembre. Sí, en realidad, el vacile viene de mucho antes, pero empiezo la cuenta ahí para no encabronarles de más.
¿Qué ha pasado en estos ya dos meses y pico? Intuyo que la respuesta depende, entre otra docena de factores, de las tragaderas de cada cual o del lugar que se ocupe en la farsa. Buena parte de los que hozan sobre el escenario, esos a los que supuestamente pusimos ahí con nuestros votos, se lo están pasando en grande. Los veteranos, porque pasan un kilo de casi todo, y los nuevos, porque no se han visto (y varios no se verán) en otra igual.
Retrato perfecto del cóctel de jeta rancia y temprana fue la segunda votación que palmó Sánchez. El resultado, cantado de saque, fue lo de menos. Para los actuantes, con honrosas excepciones, se trataba de dar la nota. Un presidente en funciones con olor a cadaverina bañando de acidez cómica su rencor. Un narcisista que pasa de la cal viva al jijí-jajá-jojó sin transición y que, como cualquier maltratador, proclama que después de las hostias vienen los besos. El tipo ese que convierte el soberanismo catalán en caca, culo, pedo, pis, chupádmela, so fascistas. El del Ibex en plan matón cuando hablaba la portavoz de EH Bildu. Y todos los que me dejo, incluyendo —por alusiones, ya saben—, a uno que fue lehendakari. Joder qué tropa.