Escarmentado por las consecuencias de dar cuartelillo al chisgarabís magenta local, ni me voy a molestar en anotar aquí el nombre del mediocre cum laude que representa al partido del figurín figurón Rivera en las Juntas Generales de Araba. Aparte (supongo) de algún concejalete, es el único culo naranjito de la demarcación autonómica con asiento institucional, y espero que siga siéndolo después del 20 de diciembre. Igual que un poco de aquel brandy del anuncio era mucho, este destripamociones colma por sí solo el cupo de memos casposos que una colectividad, incluso una tan sufrida como la nuestra, puede soportar.
¿Que si he desayunado fuerte? No. ¿Que si escribo con la arteria carótida hinchada y la bilis en ebullición? Tampoco. Esto no va de visceralidad, sino de elección consciente de términos proporcionales a los empleados por el fulano en cuestión. Y les voy contando, porque su hazaña no ha sido muy difundida.
Resulta que, con todo su derecho —eso no lo negaré—, el jueves, día internacional del euskera, el gachó se negó a apoyar una declaración de reconocimiento a los euskaldunberris suscrita por los otros 50 junteros. Bien podía haberse quedado en el desmarque, pero necesitado de dar la nota, en nombre de su formación (o viceversa), emitió un comunicado de cuatro folios en el que, además de las soplapolleces al uso sobre el adoctrinamiento, la imposición o el robo de miles de puestos de trabajo por no conocer la lengua, vomitaba que el aprendizaje del euskera tiene “perniciosos efectos en la adquisición de competencias y conocimientos” de los alumnos. ¿Ciudadanos? No llegan ni a Tipejos.