Del inútil romper de olas del último pleno de política general en el parlamento vasco, sólo ha quedado la espuma del conejo penitenciario que sacó de la chistera Patxi López. Habrá que reconocer esta vez a sus discursistas la maña para convertir en noticia, trending topic y materia para el blablablá lo que no es más que una voluta de humo. Primero: lo del cumplimiento de las penas en el lugar de arraigo de los penados está desde hace un rato en la legislación; otra cosa es que no se cumpla. Segundo: como se ha recordado profusamente, la cámara de Gasteiz ya pidió hace catorce años esa obviedad. Tercero y fundamental: ni López, ni el Gobierno en funciones de Madrid que dice avalarlo, ni mucho menos un candidato que va a palmar tienen la menor posibilidad de llevar a la práctica la cuestión.
Ahí se debería haber terminado la vaina, pero como se trataba de un charco facilón, nadie ha resistido la tentación de revolcarse. Objetivo cumplido: el resto de lo que se dijo en el maratón parlamentario se fue por el desagüe, empezando por las cosas de comer, es decir, las que tienen que ver con la economía. Lo de la preocupación por la crisis empieza a oler a pose y a conversación de ascensor. Qué mal estamos, esto se hunde cualquier día, dónde iremos a parar, uy, perdón, que este es mi piso, me bajo aquí, hasta mañana.
¿Por qué esa parte, la de la pasta, que ocupó varios turnos de palabra (aunque fueran, en general, vacíos), no llegó a los titulares gordos ni a los editoriales? En la respuesta —yo no la sé, lo confieso— está la explicación de cómo nos luce el pelo o, peor, de cómo nos lucirá cuando la cosa se ponga todavía más jodida. En todo caso, es muy sintomático que cada vez que tenemos una oportunidad de mirar de frente al toro, encontremos una excusa para no hacerlo. Y aun es más revelador que esa excusa nos la proporcione quien, por lo menos nominalmente, gobierna este país.