Las condenas inútiles

La más enérgica condena no sirve para nada. Mucho menos, si antes de sumarse al coro que la entona se anduvo enredando con que si en el estribillo era mejor decir repulsa o rechazo, no fuera que no sé quién se diera por concernido. Puñetera manía de convertirlo todo en una pendencia terminológica. Violencia de género, doméstica, machista. ¿De verdad es eso lo importante, el nombre? ¿Alguien cree que el que asesina a una mujer se para a pensar cómo se llama lo que ha hecho o que la víctima tendrá más justicia si lo que le ha ocurrido se enuncia de esta o de aquella forma? Por desgracia, parece que tal idea está instalada en demasiadas mentes, que luego presumen de preclaras y se presentan ante los focos con su aflicción de todo a cien a soltarnos la cháchara de la lacra, el drama y demás quincallería verbal de ocasión.

Que no, que esto no va de juegos florales para quedar como Dios en los titulares y, de paso, anestesiar las aristas de la conciencia con la falacia de que se ha hecho lo que se ha podido, o sea, hablar, hablar y hablar. Hace decenas de muertes y centenares de cardenales que se debió pasar del dicho a los hechos. Lo de la educación y tal, ¿verdad? ¡Venga ya! Con eso empezamos en los ochenta y el paradójico y aterrador resultado han sido unas generaciones infinitamente más machistas, hay que joderse, que las que mamamos la desigualdad desde la cuna.

¿Qué tal si arrancamos con la protección efectiva de las posibles víctimas? Con escolta a ellos, no a ellas, salvo que lo pidan expresamente, faltaría más. Como, desafortunadamente, ni aun así podremos evitar todas las agresiones, al mismo tiempo debería quedar claro que maltratar o asesinar tiene un precio muy alto. Que se sepa sin lugar a dudas que el que la hace la paga judicial, penal y socialmente. Sin buenrollismos chachipirulis ni complicidades vergonzantes, que ya nos conocemos. Y al final, pero solo ahí, las condenas.

Un rechazo inequívoco

Un tiroteo entre miembros de ETA y gendarmes franceses era una situación absolutamente previsible. De hecho, el del sábado no fue el primero y, desgraciadamente, hay boletos para que no sea el último. ¿Nadie había contemplado esa posibilidad y tenía preparada una respuesta instantánea para el caso de que se produjese? A juzgar por cómo se han desarrollado los acontecimientos, parece que no. La reacción en dos tiempos de Bildu, que todo el mundo sabe que es la liebre a seguir en este minuto del partido, careció de la contundencia necesaria en momentos como los que estamos, donde el lenguaje debe ser directo y sin ambages. La de la izquierda abertzale tradicional, impecable en sus términos –aunque seguirá sin ser suficiente para algunos-, se hizo esperar demasiado.

No se debe dejar el mínimo resquicio para la duda en el rechazo. Primero, porque la acción es rechazable de saque y sin otras consideraciones. Segundo, porque la famosa lupa de Rubalcaba y Ares no es doble sino séxtuple y el terreno de juego está plagado de piernas dispuestas a zancadillear cualquier avance a la normalización. Los zapadores del ‘no’ aprovecharán la menor oportunidad para lanzarse a degüello, y la prueba está en la primera página de El Mundo de ayer, que titulaba a todo trapo y con indisimulada felicidad “El alto el fuego de ETA permite tirotear gendarmes, según Bildu”. Una vileza y una absoluta patraña, totalmente de acuerdo, pero facilitada en alguna medida por los hilvanes que quedaron sueltos en la declaración sobre el tiroteo.

Dos varas de medir

Tienen toda la razón Pello Urizar y Oskar Matute al denunciar la injusticia que supone pedir a Bildu (o a Sortu) lo que no se pide a nadie más. Pero ninguno de los dos nació ayer. Saben que esa doble vara va a acompañar cada uno de sus pasos y que su camino va a estar lleno no ya de golpes bajos, sino directamente subterráneos. Muchas de esas tarascadas serán imposibles de prever, pero esta, la de la reacción frente a una acción violenta de ETA -aunque fuera en un encontronazo policial-, era un fijo en la quiniela.

Y no se trata sólo de cerrar las bocas de quienes se afanan por hacer naufragar la construcción de un escenario sin ETA porque no les conviene. En el lado que trabaja por hacerlo realidad hay miles de personas que han empeñado su palabra a favor de la sinceridad del discurso actual de la izquierda abertzale ilegalizada. Su convicción se vería reforzada definitivamente por unas palabras de rechazo sincero e inequívoco. El futuro aparecería más despejado.