Se dice mucho que esta crisis, además de ser económica, también es de valores. Cuando lo escuchaba, me parecía que era una de tantas frases resultonas pero vacías. Sin embargo, después de asistir al bochornoso comportamiento de la camarilla López en el asunto del agujero en sus arcas y la petición desesperada de sopitas al PNV, no tengo más remedio que concluir que es cierto lo que sostiene la letanía. De hecho, ahora mismo esa ausencia estratosférica de unos mínimos de decencia en Nueva Lakua me parece mucho más preocupante que el pedazo de pufo en el que nos ha metido una gestión tan inepta como malvada.
Extiendo la consideración a todos los cómplices de la fechoría, como Basagoiti, que sabiendo lo que hay (es decir, lo que ya no hay en la caja), invierte la carga de la prueba y se lía a estacazos, empeñado en mirar el dedo y no la luna. Mención deshonrosa especial para los grupos mediáticos de cabecera (el que pagamos todos directamente y el que pagamos en un buen trozo indirectamente), que han pasado olímpicamente del boquete en las finanzas para convertir en noticia la disquisición semántica. Resulta que la miga está en que Urkullu dijo “quiebra” y Egibar lo dejó en “situación delicada”. Ya se sabe, la eterna bronca interna jeltzale, según los amanuenses. Hay que joderse.
Fuera de concurso, Rodolfo Ares, que sale hecho una hidra desde Sevilla y olé a desmentir categóricamente la llamada… ¡que hizo él mismo! Que alguien rastree el diccionario en busca de una palabra para calificar ese comportamiento, porque a mi se me han agotado todas. Monta la escenita, consigue que el cándido presidente del EBB se lance al rescate para recibir una tarascada a lo Pepe de Idoia Mendia, y cuando se desvela el pastel, pone cara de yonofuí y hasta se ofende por la duda. Otra mentira para la colección. Mientras, estamos cada vez más cerca del despeñadero económico. Pero a quién le importa.