Los que opinamos casi todos los días sobre esto, lo otro o lo de más allá recibimos ayer en las páginas de Deia una lección demoledora sobre lo urgente y lo importante. [Enlace roto.] nos sacó de la bulliciosa actualidad para devolvernos después a ella con la capacidad para mirarla de otra manera. Esos asuntos de los que peroramos con mejor o peor fortuna tienen, qué duda cabe, su relieve y su transcendencia, pero adquieren una dimensión diferente, la de la escala humana, al lado de cuestiones verdaderamente fundamentales como la que nos puso Iñaki frente los ojos.
Su texto emocionante e intuyo que emocionado nos narraba cómo hace dieciocho años, en su primera sesión de quimioterapia, el significado de la palabra “cáncer” impactó contra él e invadió de lleno su cuerpo, donde ya anidaba desde tiempo atrás la enfermedad. Cualquiera que haya pasado por lo mismo o tenga casos cercanos (me temo que no hay una sola excepción) se reconocerá en ese relato que parte del shock y continúa en la determinación firme de hacer frente a lo que venga por más que se sea incapaz de imaginar lo que será.
Y eso es sólo el principio. La batalla de verdad es el día a día, el hora a hora, el minuto a minuto en que se debe asumir el tono amarillento de la piel, la pérdida de pelo o una voz que ha dejado de ser la tuya. Todo ello, mientras se reservan fuerzas para intentar que los que te quieren no se derrumben antes que tú —aita, no te quites el gorro, por favor— y se sigue apostando por que después de mañana llegue pasado mañana.
Iñaki lo consiguió. Fue atravesando el calendario hasta que un día dejó de ser necesario cubrirse la cabeza para no preocupar a su hijo. Ayer, al cumplir su segunda mayoría de edad, fue él quien nos hizo el regalo de contarnos su experiencia. En el mismo paquete venían unas gafas para enfocar la realidad de otra manera. Eskerrik asko.
Subscribo una por una las palabras de la fina y estilosa pluma de Javier Vizcaíno.
El artículo de Iñaki Goirizelaia nos saca del atolondramiento general en el que vivimos el día a día y nos reconcilia con la condición humana.
Luchar contra el dolor propio y ajeno nos humaniza, y nos hace establecer las verdaderas prioridades en la vida.
Sin ningún tipo de exhibicionismo personal Iñaki celebra la vida y agradece a aquellos que le ayudaron en los momentos más duros.
A él hay que agradecerle su artículo y su mirada limpia. Espero que cumpla otros 18 años , y que los demás lo veamos.
Todos hemos tenido casos de esos y algunos hemos tenido 3 casos a la vez en la familia o pequeno circulo pero lo que mas pena da es ver a una nina de 4 anos con ese mismo cancer y que encima haya gente que utilice tu estado animico para empezar una persecucion por tierra , mar y aire contra ti! Mi sobrina Olatz Bolunburu Egia fue diagnostica con la misma enfermedad unos dias antes de cumplir 5 anos en 1987 y ella lo que tenia miedo es que Olentzero no la reconociera y pasara de largo porque no tenia pelo! Si Javier todos hemos pasado por eso, Mi madre murio en Febrero de 1989 y mi amiga Maite Lopez en Agosto de 1991, pero lo que mas duele es ver a una nina de 5 anos pasar por todo ello!
Relativizar es importante,y el escrito de Goirizelaia es un aldabonazo,uno más de los muchos que practicamente todos los seres humanos recibimos en la vida que nos cuestiona nuestras «preocupaciones» y afanes diaros,nuestra propia forma de vida(de cabo a rabo),nuestra vehemencia ante cosas y casos con relativa o nula trascendencia real.Pero la genética humana descuenta ya millones de años de experiencia,y descuenta eso de escarmentar en cabeza ajena,y por eso aldabonazos como el de Goirizelaia e incluso experiencias mucho más cercanas y traumáticas en su final,no consiguen(en la mayoría) revolcón vital alguno en la buena dirección que persista a corto-medio plazo.
Quizá deba ser así para que el mundo siga girando.O no.Cual es la buena dirección?.Vaya lío.
Suscribo lo dicho.
Por cierto, ya era hora que en la pagina de Onda Vasca colgarais las tertulias de Gabon.
Saludos.