Sólo faltó la caravana con un tosco corazón serigrafiado que acompañaba a Isabel Gemio cuando iba de remendona televisiva de relaciones y echaba una mano a maltratadores confesos para que volvieran a tener a tiro una badana que zurrar, todo fuera por el amor y el share. Que tome nota el script de la productora del Ministerio español de Interior y se ocupe de incorporar el elemento de atrezzo en el próximo episodio de “Víctimas y victimarios”, probable título del reality show que se inauguró el viernes con el encuentro entre uno de los terroristas que puso la bomba de Hipercor y una de las personas que, aun con heridas graves, logró conservar la vida en aquella carnicería atroz que hace 25 años menos dos días se llevó por delante a 21 personas.
Qué culpa tendré yo si las veo venir, ya escribí aquí mismo que los relatos compartidos los carga el diablo o, peor todavía, un siniestro equipo de asesores incapaces de ceder a la tentación de convertir en exhibición impúdica lo que debería haber sido un acto íntimo sin otros testigos que sus protagonistas. Si, pasado un tiempo prudencial para la digestión y la construcción de perspectiva, nos lo querían contar a los demás, perfecto. Lo escucharíamos, no ya por insana ansia de cotilleo, sino por la curiosidad y hasta la fascinación que nos despiertan las historias donde se ponen en juego los sentimientos más profundos.
Hay una delgada pero fundamental línea que separa el morbo del interés humano. Saber y querer distinguirla es una de las claves básicas de mi oficio, lo que marca la diferencia entre lo zafio y lo que no lo es. Sin embargo, en este caso se ve que que no había la menor gana de andarse con finuras. Esto no iba ni de justicia, ni de reparación, ni de reconciliación. Ha sido un espectáculo puro y duro al que, para más inri, se le ha añadido un melifluo mensaje moralizador y un torpe e inútil aviso a navegantes que están a otra cosa.
Se puede decir más alto, pero no más claro. Bien dicho Javi, aún a riesgo de parecer «contra-reconciliador» es muy necesario pintar esa línea con pintura muy visible, que diferencie bien el morbo de la información, así como la opinión de la información.
Kaixo Javier,
Comparto plenamente el desprecio a la frivolidad mediática que ha rodeado el caso particular que citas, pero creo que entre las causas que me llevan (nos llevan, me atrevería a decir) a emitir este juicio hay una que tú omites (e incluso esbozas en sentido contrario): por un lado está la falta de escrúpulos de aquellos que han hecho negocio con la desgracia ajena. Negocio económico en el caso de los medios (Telecinco, para ser exactos) y político (sobran las concreciones, creo). Siendo esto cierto, hay otro motivo que creo más relevante para juzgar este esperpento como despreciable: han sentado un precedente que lleva a tirar por la borda una iniciativa que en sí misma podría ser muy productiva. Recuerdo que tras el anuncio del cese de a avtividad armada El País publicó una entrevista a una víctima qué reflexionaba sobre su experiencia de dialogar con el miembro de ETA causante de su sufrimiento. Aquella entrevista, reflexiva y sosegada (si recupero el link te lo adjunto), ejercía una función que considero indispensable para una potencial salida de este zenagal del conflicto vasco: humanizaba ese espacio público que rodea al conflicto que, entre medios y políticos, tanto se había deshumanizado. La lamentable gestión que se ha iniciado ahora no solo impide esa vía tan necesaria (degradando a las víctimas por el.camino), sino que da pasos en sentido contrario. Y eso es un error imperdonable de unos pocos que, lamentablemente pagaremos múy caro entre todos. Sindrome de nuestro tiempo, supongo…