Mudanza

Por desgracia, es demasiado habitual, prácticamente una rutina, que los gobiernos que saben que se van apuren su mandato hasta el filtro. De pronto, entran las urgencias, y quienes no han dado un palo al agua en toda la legislatura se entregan, a riesgo de infarto o ciática, a una actividad febril. En realidad, a dos. La primera consiste en el borrado de pruebas a toda pastilla o, en los casos en que no es posible, en su sepultura bajo alfombras, triples fondos o tapas de carpeta con las etiquetas cambiadas. Hay quien, sumando la hijoputez innata y la derivada del escozor por tener que entregar el juguete a otro niño, incluye en esta tarea la destrucción indiscriminada de cualquier material que pueda resultar útil a los nuevos. Hasta el más insignificante directorio telefónico es bueno para la trituradora de papel o la función Delete. Que se jodan y empiecen de cero, bastante que no nos llevamos la grapadora, el pegamento de tubo ni la caja de clips.

La otra labor frenética del tiempo de descuento busca pasarse por la sobaquera la fecha de caducidad. Se trata de dejar atornillados a poltronas y canonjías existentes o levantadas ex-novo a la mayor cantidad posible de centuriones que de otro modo quedarían con una mano delante y otra detrás. Entran ahí las personas físicas, blindables en fundaciones y demás trapisondas públicas o parapúblicas, y las jurídicas, a las que se les prolonga la mamandurria vía plicas ajustables a la medida deseada.

Como escribía, esta acelerada carrera contra el reloj para legar una herencia infiltrada acompaña sin remedio a cada mudanza gubernamental. Es algo tan asumido, que incluso las leyes, por lo menos en esta parte del mundo, no ponen el menor reparo. De ese modo, el límite de desparpajo lo marcan los salientes. Hasta ahora, solía haber un miligramo de decoro en el indecoro y los que cesaban se cortaban un pelo. Pero nada es para siempre. Al tiempo.

2 comentarios en «Mudanza»

  1. Algunas de estas cosas (no podemos llegar a todas, por desgracia) las evitamos o las paliamos los tan denostados funcionarios. El día que dejemos de existir como filtros depuradores entre el político y el ciudadano, más de uno recordará muy amargamente los chistes que contó sobre nosotros.

  2. Tu mismo lo has dicho:»el límite del desparpajo lo ponen los salientes».
    Si hubiera unas normas estrictas que cumplir, una auditoria obligatoria realizada por una empresa totalmente neutral (bueeeeeeno, pues elegida a sorteo entre todas las autorizadas) y una obligatoriedad de «presentarse a examen» al abandonar las poltronas, y un seguimiento intensivo y exhaustivo de a dónde van todos esos cargos y carguillos que siempre valen para todo, tal vez nos tomaríamos mas en serio las actividades de entre otros , el Tribunal Vasco de Cuentas.
    O tal vez que el Ararteko tuviera suficiente poder como para ordenar un seguimiento real de las actividades del propio Gobierno.

    Lo que sobran son instituciones y departamentos oficiales.
    Falta una verdadera vocación de servicio público y ganas de creerse que están de paso, que tiene la obligación moral de servir a la ciudadanía, no a sí mismos.
    Y falta sobre todo el instrumento legal: la prohibición expresa de que un cargo público vaya saltando de organismo en organismo y chupo porque me toca.

    Es cierto que no todo el mundo es igual y tb es cierto que estos del PSOE han elevado a categoria de master la tosquedad, la vulgaridad mas palmaria y la miseria en el comportamiento.
    Pero no es posible que sean los únicos en perfeccionar unas prácticas que son en sí mismas una tentación muy fuerte para quien se haya planteado alguna vez vivir toda su puñetera vida de las ubres públicas.
    A veces me da por cotillear entre las listas de los partidos a ver si conozco a alguien de cuando estudiaba, por ej y, oye, siempre hay algún premio de estos: un@ que primero fue parlamentari@, luego en el Consejo de NOSEQUE, luego en el Puerto de Bilbao, mas tarde en Kutxabank, después…y así hasta que se agote la edad de la cotización.

    Y es que en este pais siempre hay omniexpertos, gente que vale «pa tó», y mientras sigamos con esa mentalidad tan arcaica (y poco humilde), pues seguiremos siendo el hazmerreir de muchas naciones que hicieron la limpieza con sosa caústica hace ya mucho tiempo.

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