Igualito que la asamblea de majaras de la canción de Kortatu con que nos dislocábamos el bullarengue en nuestra mocedad decidía “mañana, sol y buen tiempo”, el Parlamento vasco ha decretado que ni en estas tierras bárbaras ni en las de más abajo hay presos políticos. Tal como lo están leyendo. ¿Que en qué línea del Estatuto, la Constitución española o el Reglamento Unificado del Parchís (RUP) pone que la cámara vasca tiene competencias para tirarse estos largos, cuando los supertacañones no le dejan ni determinar sobre una triste paga extra? Oigan, no empujen. Yo les digo lo que he visto en los titulares y lo que servidor en persona ha tenido que píar a sus pacientes escuchadores. Si la semana que viene les da a sus señorías por aprobar una resolución diciendo que la tierra es plana o que Mourinho es más majo que las pesetas, se lo contaré del mismo modo. Mi papel es el de mensajero. Otra cosa es que por dentro no sepa si partirme la caja o llorar el Amazonas ante el espectáculo de nuestros representantes metidos a conductores de un trailer para el que no tienen carné.
Tenían que haberlos visto. A los que sostenían que sí, a los que pontificaban que no y a los que, vestidos de lagarterana, se salieron por la tangente. Que si mi cuñado es de Amnistía Internacional y dice tal, que si tengo un amigo que hizo el Erasmus en Dublin y opina cual, que si yo estuve de vacaciones en Johannesburgo y vi pascual. Y entre medio, puyitas cruzadas sobre quién mea democráticamente más lejos o quién lleva la muda ética más limpia. Allá películas con los cadáveres recientes y no tanto que cada uno esconde en el armario. Adelántate, madre, para que no te lo llamen.
¿Y qué pasa con el fondo de la cuestión? Pues lo mismo que con las meigas. Presos políticos, haberlos, haylos. Asunto distinto es que serlo te convierta en aristócrata de la trena, mártir o héroe de la causa. Eso no lo decide ningún parlamento.
Sí, existen los presos políticos.
Iría más lejos, la gran parte de los reclusos , de una forma u otra ,son presos políticos: por eso la cárcel «no cura «de nada, y tras el aislamiento «protector» se vuelve a una sociedad donde el sietema perverso en gran medida, sigue funcionando gracias a las inyecciones políticas: robusto y resplandecientes.
No hay más reflexión al respecto que no pase por la condena.
Más o menos.
¿Para cuamdo una declaración del Parlamento Vasco contra la política de decretos leyes, la recentralización del Estado, el avasallamiento de las compentencias reconocidas a las autonomías, contra la austeridad en las medidas económicas, o la corrupción generalizada?. Es decir, ¿por qué no meter más el dedo en el ojo del abusador central, que obstenta una mayoría absoluta del 35 % del censo, y la ayuda de otro 37 % de abstencionistas? Para brindis al sol, prefiero éste. Es más digno, porque habla menos del sexo de los ángeles.