Vaya por delante que tengo un gran concepto de la Diputada de Hacienda de Gipuzkoa, Helena Franco. Su discurso siempre me ha parecido coherente, sensato, constructivo y, algo muy importante, apoyado en un realismo bastante alejado de las caricaturas difundidas tanto por sus adversarios como, ojo, por sus propios compañeros. Tras dos años de gestión, no parece que el territorio avance hacia la venezuelización por la que echan las muelas los unos y por la que suspiran hondamente los otros. ¿Que se han tomado medidas que han disgustado un congo a ciertos sectores y que no siguen al pie de la letra los catecismos al uso? Pues sí, entre otras, alguna que personalmente considero de efectividad discutible, pero basadas en una concepción socioeconómica cien por ciento respetable y avaladas por una mayoría suficiente. La democracia es eso, según tengo entendido. Insisto, en cualquier caso, en que nada hace prever una inminente colectivización de CAF ni la construcción de koljós en el Goierri.
Sirva este preámbulo favorable para enmarcar la sorpresa tirando a estupefacción que me ha provocado leer que la [Enlace roto.]. El pasmo no viene por tal propuesta en sí misma, que sería cuestión de echar números, sino por la motivación esgrimida. Se supone que declarar a dos “desincentiva el acceso de las mujeres al mercado de trabajo”. Toma ya.
Dicen que es perspectiva de género, pero el argumento se parece una barbaridad a esa cantinela neoliberal según la cual habría que quitar las prestaciones por desempleo y las ayudas sociales porque vuelven comodones a sus perceptores. El rancio “Quien no trabaja es porque no quiere”, aplicado en este caso a las mujeres sin salario, a las que, de propina, se sojuzga como sumisas a la voluntad de un varón mantenedor y por ello hay que darles un empujón. Pues eso, además de paternalismo, es machismo. De libro.