Con suerte, a la segunda conseguiré hacerme entender. Y si no, habrá una tercera, una cuarta y las que sean necesarias. Estamos ante una cuestión, la de las reacciones que suscita la inmigración, que considero crucial. A la altura, como poco, de otras que hacen correr ríos de tinta y saliva, con la diferencia de que esos debates tienen un reflejo infinitamente menor en la calle. Pongan la oreja por ahí y comprobarán que solo en círculos muy escogidos se habla de lo que, forzando el lenguaje, llamamos normalización o pacificación. Sin embargo, en cualquier esquina nos damos de bruces con conversaciones monotemáticas en un tono generalmente muy encendido y sin lugar a las medias tintas sobre la convivencia con las personas que han venido a nuestra tierra en busca de una vida mejor.
Llevo siguiendo el fenómeno desde hace mucho tiempo. Aunque la versión facilona sostiene que es una consecuencia directa de la crisis, les puedo asegurar -aunque probablemente ustedes están al corriente- que empezó a ser evidente durante la presunta prosperidad. Si cabe, se ha agudizado o ha encontrado una coartada con las vacas flacas. Ocurría entonces y me temo que también ahora, cuando el rechazo crece a ojos vista y sin marcha atrás, que no se ha encontrado un modo de hacer frente a tan espinoso asunto. Diría más: se ha abordado de la peor manera posible. En unos casos, mirando hacia otro lado y en otros, oponiendo a unos prejuicios otros prejuicios del mismo calibre.
Y voy directamente al grano. Atribuir sin más miramientos la condición de racistas, nazis, insolidarios, descerebrados y el adjetivo despectivo que se nos ocurra a ese 21 por ciento de vascos que abogan por la expulsión de los inmigrantes se me antoja un gran error de diagnóstico. Si persistimos en él, por más que se tranquilice nuestra conciencia, todo lo que conseguiremos es ver cómo aumenta la cifra y la intensidad del letal sentimiento.
Pero si te has explicado admirablemente bien!
Sólo falta que quienes deben interpretar correctamente los posos del café tengan los arrestos suficientes como para no volver a esconderse debajo de la alfombra por enésima vez.
Sirve muy bien como gag visual en una comedia alocada de los Marx o Minty Python, pero en la vida real podria extender un cáncer social de proporciones considerables.
Y aver si se anima alguien mas a comentar, que el Sr antispam no siempre está de guadia.
Hoy se habla del plan del GV contra la violencia machista.Un plan para aplicar en las escuelas vascas.Uno de los grandes problemas de este plan es que su ámbito de implantación no va más allá de la escuela de la CAV y,si es cierto que aquí tampoco nos salvamos de nuesta parte alícuota de hijos de puta maltratadores,abusadores y violadores,no es menos cierto que según encierran(encierran literalmente,o entierran incluso)las estadísticas policiales que tan concienzudamente se nos esconden,el ratio de este tipo de indeseables deja de ser alícuota para dispararse entre los inmigrantes.Quiere esto decir que todos los inmigrantes son maltratadores,abusadores o violadores?,no.Esto lo que quiere decir es que hay que separar bien la paja del trigo y que hay que ser tajante(mucho más que ahora) con la paja y punto,pero también quiere decir que las asociaciones de inmigrantes y sus presidentes deberían aceptar esta realidad y trabajar puertas adentro en vez de intentar aparecer como meras víctimas de la xenofobia imperante y cargar toda responsabilidad en los demás.También quiere decir que mientras nuestro plan contra la violencia machista no sea implantado en el sistema educativo(p.ej)Marroquí,no tendremos nada que hacer,será como hacer correctamente la revisión a nuestra caldera de gas mientras el vecino lleva sin revisarla 20 años:el día que la caldera del vecino reviente,reventamos todos,pues eso,y todo esto independientemente de que siempre,siempre va a quedar un reducto de hijos de puta por muy bien educados que hayan sido.Eso va con la condición humana y hay que aprender a convivir con ello,o a defenderse de ello.