Mi reconciliación

Yo no quiero reconciliarme. Es más, ni sé con quién o con quiénes debería hacerlo, porque he tenido choques de amplio y diverso espectro. Nada demasiado serio en general, pero lo suficiente como para que no me apetezca darme la mano y un abrazo con seres a los que reservo una indiferencia civilizada. Y con esto trato de dulcificar el mensaje inicial, que conscientemente era una entrada de elefante en cacharrería. Quiero decir que no propugno instalarse en el rencor, ni mucho menos, en la venganza. Ni siquiera aspiro a ser el modelo de acción. Diría, incluso, que al contrario, me encantaría que el resto de mis congéneres tuvieran la bonhomía que a mi me falta y fueran capaces de estar a partir un piñón o los que sean con personas que un día les agraviaron o les provocaron un sufrimiento injusto. Admiro y aplaudo hasta la emoción, créanme, a los participantes en iniciativas como Glencree, donde víctimas y victimarios (*) se miran a los ojos y conversan sin animosidad. Ojalá fueran la norma.

No obstante, salvo que queramos engañarnos, todos sabemos que conductas así son la excepción. Encomiable, pero excepción. Para el resto de los casos hay que conformarse con soluciones más realistas, al alcance de los humanos imperfectos que son (o somos) la mayoría. Insisto, porque es muy importante que se entienda, que no hablo de nada ni remotamente parecido a la revancha. Desde luego, empezaría con un reconocimiento sincero del daño causado y seguiría con la promesa firme de no volver a reincidir bajo ninguna circunstancia. Sería muy necesario renunciar a tentaciones justificatorias de lo hecho y, por descontado, a conductas que positivamente se saben ofensivas y dolorosas para el otro.

A partir de ahí, primero coexistir, un poco más tarde, convivir, y dejar que el tiempo haga el resto. Habrá casos en los que la ansiada reconciliación llegue de un modo natural. Y otros en los que no será así, sin más.

(*) CORRECCIÓN: Como bien me indican, en la iniciativa Glencree no participan «victimarios». Son víctimas de diferentes violencias. Me dejé llevar por la inercia. Pido disculpas.

3 comentarios en «Mi reconciliación»

  1. ¿No ha convivido el mundo conocido con las mayores de las ignominias, no todas vencidas aún y por ello no se ha dejado de progresar en política sociedad, medicina, conocimiento, técnica, artes, etc.. sin que las reconciliaciones hayan estado presentes salvo en muy pocos y cacareados casos, y por tanto con muchos boletos de ser falsas?
    Me refiero a las persecuciones romanas, las guerras de religión medievales, las quemas de herejes, los exterminios y revoluciones varias de los siglos XVIII y XIX, y no digamos las aberraciones más espantosas del siglo XX, talidomida incluida. A qué viene ahora el que deben pedir perdón nosequién, debe reconciliarse la sociedad tras no se qué pasado, que no deja de ser anecdótico dentro de la carnicería general de los últimos 3 milenios. Yo sinceramente pienso que es más positivo recordar siempre, lo propio y lo ajeno, y no volver a hacerlo si es que no se debe hacer. Y punto. En cada caso haz lo que debas. El pedir perdón y el perdonar (también es importante, no se olvide) debe ser una postura personal. Y el no hacerlo también. la reconciliación y los arrepentimientos colectivos o como actitudes políticas que imprimen label me recuerdan un poco a los autos de fe y juicios de Dios en la plaza de Valladolid: si el hereje se arrepentía no le quemaban, le cortaban la cabeza.

  2. A mi me parece clave la palabra Tiempo, o mas bien el concepto tiempo, lo único que no puede ser dominado ni por victimarios ni por víctimas.
    Y si, yo tb estoy con ambos, Vizcaino y Julian, en que toda la «liturgia» del perdón, o la reconciliación y cada uno de los pasos necesarios en la terapia social y política deben permanecer en el ámbito de lo privado y si es posible, en la mayor y mejor de las discreciones, aunque tampoco estaria mal conocer de primera mano alguna experiencia de estas siempre que hubiera sido positiva.
    Siempre que se aprendiera algo para el largo trecho que aún nos queda.

    No me atrevo a mas con el cancerbero antispam.
    Hoy me la ha jugado ya dos veces y no estoy por la labor de «reconciliarme» con el, al menos hasta la próxima vez.

  3. La memoria es más frágil de lo que creía; no puedo perdonar porque no me han pedido perdón, pero el dolor que en un día me han hecho..va perdiendo fuelle, y queda como un mal eco. Lo que llevo peor, no es el dolor que me han hecho , sino el hecho a amigos, y familiares, ese dolor lo llevo peor.
    He sentito muchas veces rabia, odio, dolor, pero sería capaz de cualquier cosa para que nadie tuviera que sentir lo mismo.

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