Yo no estoy a favor del aborto. No creo que casi nadie lo esté, en realidad. Ni siquiera los que lo reclaman como derecho, entre los que no tengo claro si me encuentro o no. Es una de tantas trampas del lenguaje, que nos plantea disyuntivas falsas. En este caso, lo opuesto a estar en contra no es estar a favor sino, como mucho, asumir que la interrupción voluntaria del embarazo bajo determinadas circunstancias es un mal que busca evitar otro mayor. Hay que ser malnacidos —miren qué palabra me sale— para sostener que las mujeres que toman esa decisión lo hacen como si estuvieran escogiendo entre peinarse a lo garçon o hacerse rastas. No diré que todas, porque tampoco quiero ser más papista que el papa, pero estoy seguro de que la inmensa mayoría de las que han estado en ese trance lo han hecho pagando un altísimo precio de lágrimas, noches sin dormir y dudas atormentadoras… tanto antes como después de pasar por la camilla.
Hasta donde soy capaz de percibir, diría que se daba un amplio consenso social sobre lo que describo. Incluso personas de mentalidad conservadora habían llegado a aceptar, quizá tratando de no pensar demasiado en ello, que la ley de plazos suponía una solución realista. Si habían tenido una experiencia cercana y no digamos si lo habían vivido en carne propia, la convicción de que no se puede tapar el sol con un dedo era aun mayor. Y en cuanto a los que reclamaban una normativa más abierta, el sentido común les había hecho comprender que, sin dejar de ser mejorable, lo que estaba vigente resultaba razonable.
En un lugar en el que se levantan trincheras por la menor chorrada, era difícil encontrar cuestiones que, siendo peliagudas y resbaladizas, se llevaran con tal grado de sensatez. Esta era una de ellas hasta que, en nombre de su ego y obrando al servicio del integrismo pro-vida —esa expresión sí que es falaz—, el ministro Alberto Ruiz-Gallardón la ha dinamitado.
Estoy bastante de acuerdo.
Además este es un tema en el que es fácil que a uno te toque conocer casos cercanos o bien vivir uno mismo la situación o bien que estén o hayan estado en la misma parejas o personas cercanas. Y eso le cambia a uno la perspectiva.
Conozco algún caso de personas partidarias de la penalización del aborto, o sea, línea dura, que, por circunstancias de la vida, se han visto la tesitura (y no hablo de casos extremos de malformaciones del feto o de riesgos para la salud de la madre, sino, de que, digamos, no era un buen momento y suponía un cambio de planes) y en ese momento las cambio la forma de verlo y se plantearon seriamente la opción de abortar.
Lo cual respeto totalmente, pero me parece significativo de cómo es fácil hablar de castigos…para los demás cuando uno no se imagina estar en la situación.
Y conozco el caso contrario (bueno, casi). Una pareja que se encuentra con un embarazo múltiple (muy múltiple) en el que sí pueda haber un riesgo para salud de la madre (un riesgo no muy alto pero, vamos, un embarazo complicado) y que además supone un «terremoto» en sus vidas (vamos; pasar de una tirada a ser familia meganumerosa) de forma que los médicos avalan, por esa complejidad del embarazo, que se podría intervenir, legalmente y con seguridad, para que sólo progresara uno de los que venían (siento la desastrosa redacción y lo críptico de los términos que estoy usando pero, admito que me siento incómodo en este caso llamando las cosas por su nombre).
Esta pareja eligió tirar para adelante «con todo el lote», y ha salido todo bien. Claro, su vida ya no tiene nada que ver con lo que era antes ni lo será nunca. Y ahí andan, peleando.
En este caso ya no es sólo respeto lo que siento por esta pareja, sino auténtica admiración. Y me repatea que haya gente que les vea como beatos, o como mojigatos o medio opusianos, porque, además, no son nada de eso.
De las dos posturas, yo le doy mucho más mérito y tienen mucho más reconocimiento por mi parte quienes optan por dejar nacer a esos niños frente a quien en esa misma situación decide abortar. Desde mi punto de vista, mucho más.
Pero, porque yo vea así el tema, no puedo pretender que haya sanción penal para quien viéndolo de otra forma, toma otra decisión, que además, tampoco es fácil.
Con este mal-gobierno, se soluciona todo yéndose al extranjero: trabajo, investigación, y ahora interrupciones de embarazos no deseados.
Las mujeres del PP, son superadas en mentalidad, y en resolución de conflictos éticos por la mayoría de las mujeres de la península, pongo la mano en el fuego.
No deja de ser curioso, que cuando el matrimonio gay, cómo había gays en el PP, y había que aprobar, había sus más y sus menos, añgunos salieron del armario y bla, bla, bla…
En relación a las mujeres, prietas las filas y juntos los muslos : Chitón; todas son : vírgenes, mártires, super guays vip women ,y bla, bla.
Ni que decir tiene, que ahora estoy más cerca de las mujeres encaramadas a las columnas del Congreso, y ya a distancia sideral de las mujeres :relaxin café con leche en la PLaza Mayor.
Mucha hipocresía,me parece a mí…en un tema de Salud ,porque es ofrecer o no un servicio de salud a las mujeres.
Espero que se deroguen cuanto antes todas las leyes del PP, son absolutamente dañinas. No me apetece repetirme una y otra vez , ya se sabe que el aborto es necesario aunque moralmente discutible y si no se hace de una forma se hará de otra, como todas las irlandesas que se van a Londres a abortar, aquí ya tuvimos el vuelo caliente de los viernes de Sondika a Londres y ya se sabía a qué iba tanta gente pudiente para allí, no era al tearo no.
De todas formas me solivianta que se nos eche en cara que hay que tener una sexualidad más promiscua, que la prostitución debería ser normal y luego las consecuencias de una sexualidad «libre» o más bien banal (aunque con suerte gustosa) sea tener hijos a mansalva. ¿Quién creéis que abortan, las mujeres con pareja estable o las que me encontré con ese chico tan atractivo y lo uno llevó a lo otro? Seguro que hay de todo pero las que van a pagar el pato son las mujeres solas, sin apoyo de varón y con escasos recursos económicos…como no hay suficientes niños no queridos, bienvenidos sean unos cuantos desgraciados más, los vástagos de la estrechez de miras y maldad del pp.
El tema es extremadamente complejo.
Ha una frase del texto de Javier, con la que estoy de acuerdo, que es importante:
«…estoy seguro de que la inmensa mayoría de las que han estado en ese trance lo han hecho pagando un altísimo precio de lágrimas, noches sin dormir y dudas atormentadoras… tanto antes como después de pasar por la camilla»
Repito que estoy de acuerdo. Pero cabe preguntarse a qué obedece esa angustia o ese sufrimiento. No creo que se deba al hecho de someterse a una intervención médica que puede ser más o menos desagradable pero como otras.
Quiero decir que si ahí no hubiera nada, pues no habría motivos para esa angustia. Esa angustia creo que viene del hecho de que ahí hay una vida o un inicio de vida. Es ahí donde tb surge una necesidad de protección y de las disquisiciones éticas y jurídicas sobre el equilibrio entre la protección de 2 bienes jurídicos.
Yo repito mi enorme respeto y hasta admiración hacia la mujer (o pareja según sea el caso porque a menudo es el conjunto de la pareja la que vive la situación) que decide que esa vida debe salir adelante y no creo que tenga que ser necesariamente una postura religiosa.
Pero tb debo respetar a quien pasando ese tormento d dudas y angustias toma la otra decisión.
Y, desde luego, lo que decía anteriormente. Que es muy fácil juzgar a los demás cuando uno no está en la situación. he visto a muchos ver las cosas de otra forma cuando les toca a ellos (en este u otros temas)
Ojalá fueramos las mujeres zorras, sí, zorras. Yo que sí veía los documentales de la 2 , me alucinó saber que éstas no tienen una vida sexual fuera de lo común (como los simpáticos bonobos), no, es que tienen los llamados embarazos en suspensión. La zorra puede concebir cinco proyectos de zorritos pero puede gestarlos todos, algunos, expulsando el resto concebido pero sin gestarlos, o ninguno. Los expertos lo achacan a que si no hay comida, si el ambiente es hostil, la zorra no gestará los fetos, algunos o todos, mientras que si hay suficiente comida gestará y nacerán todos los zorritos… ahora ya sabéis por qué el insulto más grande contra una mujer es llamarla zorra y es que ésta, no se sabe cómo, tiene la prerrogativa de dar a luz los zorritos que «quiere», vamos que controla la natalidad. Así de complejo, así de interesante, sin juicios y sin complicaciones y lágrimas.
En todo caso que vivan los nacimientos deseados aunque en tiempos remotos los Gallardones de la época persiguieran con saña a un bebé.