En el último Sociómetro hay un dato que contiene la clave para interpretar casi todos los demás. Es decir, que la contendría si estuviéramos dispuestos a aceptar la realidad más o menos como es y no como queremos que sea. Lo apunto porque aún estamos a tiempo de bajarnos de la nube y volver a pisar la tierra. La cuestión es que apenas cuatro de cada diez encuestados han oído hablar del Plan de Paz y Convivencia del Gobierno Vasco. Aguarden, que la cosa empeora: entre esa minoría, solo el ocho por ciento asegura que lo conoce muy bien, mientras que un raquítico 24 por ciento dice conocerlo bastante, signifique eso lo que signifique.
Tengan en cuenta que no estamos hablando de un detalle menor o de un asunto semiclandestino. Desde que se remitió al Parlamento en junio del año pasado, los medios de comunicación de este trocito del mapa hemos dado un tabarrón considerable sobre ese Plan. Le hemos dedicado un sinfín de aperturas informativas y ríos de tinta o saliva en los espacios de opinión. Quien hubiera tenido el mínimo interés estaría, no digo al cabo de la calle, pero sí al corriente. Y ya ven que no. Pregunten a las mismas personas si les suena la niña Iraila o, por citar algo menos dramático, si han visto las imágenes de la perra descontrolada en la playa de La Kontxa.
Saquen las conclusiones ustedes mismos. La de este servidor es que, aunque la realización técnica del estudio haya sido perfecta, buena parte de lo que se desgrana en las 154 páginas del Sociómetro queda en cuarentena. Lo mismo sostengo de todos los titulares de conveniencia que hemos extraído. Otra cosa es que prefiramos no verlo.
En honor a la verdad este texto de pacíficos, con palabras tan huecas como en la Constitución que luego nadie cumple, o te lo tomas a guasa o la emprendes a palos con todos. En un Estado, el español, que ha practicado el terror del nacional catolicismo dejando las carreteras llenas de muertos, colocándonos sólo detrás de Camboya, y a sus verdugos santificados y millonarios, sin olvidar la transición sangrienta y la etapa democrática bajo el terror del Estado y sus leyes con las que ningún inocente lo es, solo ETA y sus mínimos 800 asesinados pagados con incontables años de cárcel –otra novedad dentro de la violencia que nadie más ha penado- ha sido capaz de provocar toda esta parrafada de papel mojado. Por tanto, donde ni el golpe de estado, ni la dictadura ni la transición ni el GAL ni la violencia policial ni la violencia carcelaria, etc etc etc con más de 800 muertos no ha sido capaz de provocar un proceso de la verdad, de la paz, difícilmente ahora lo van a querer los que antes nunca han querido nada de nada, y si lo quieren hoy, será porque es una gran estafa, seguro. Basta con salir a la calle con las manos en los bolsillos – ¿hay manera más pacífica acaso?- para que veamos in situ “la continuidad del compromiso de la ertzaintza por los DDHH” Por no hablar de Rosa Zarra, kontzi Sanchiz e Iñigo Cabacas, etc etc etc. Luego está la forma de contar las víctimas, las de ETA por todo el Mundo, las de la policía solo en Euskadi y Euskadi no son ni Navarra ni Iparralde, y en España también ha matado el Estado y no poco. Así que los asesinados a manos de los muchos sicarios del Estado, que son muchos más que los de ETA, no computan convirtiendo “a ETA en una mención especial por su significado protagonismo”. ¿Y que me dicen de las víctimas? Pues eso, los “reconocedores” de dar tal tratamiento son los mismos responsables políticos de su muerte y de que las víctimas del 36 al 75, del 75 al 78 y del 78 hasta hoy, vaguen clamando justicia y los mismos que el otro día retiraron la placa a Angel Berroeta ¡Ay, perdón! que esa victima “no es vasca”… Terminare con palabras de Wyoming pero al revés: ¡la de veces que la ciudadanía nos hemos jugado la vida por culpa de los policías armados por los políticos que han elaborado este plan! Y eso que dicen “nada justifica la violencia”, ni un mal gobierno ni una mala policía ni una economía genocida…… Esta es la trampa. Ciertamente nada justifica la violencia contra los violentos poderes que nos la aplican, siempre y cuando, a esos poderosos poderes violentos alguien les juzgue y les condene, sino, la violencia es la justicia que nos niegan. Si no quieren violencia contra su violencia, tendrá que haber justicia compensatoria, sino la violencia será legitima más incluso que la que se arroga el Estado contra los ciudadanos, una violencia, por cierto, que está sujeta a los derechos constitucionales que siempre se los pasan por sus posaderas, lo cual hace a su violencia institucional, ilegitima, se pongan como se pongan.