El Suárez al que me siento más próximo no es el de los tardíos cantares de gesta compuestos y entonados, como les decía ayer, por los mismos que lo laminaron. Tampoco, valorando la notable valentía del acto, el que se negó a ponerse en decúbito prono el 23-F. Ni siquiera, con la fascinación que ejercen en mi los perdedores, el que tras haberlo sido todo pasó una pila de años haciendo bulto en un escaño remoto del gallinero del Congreso. La única versión del personaje ahora llorado y ensalzado hasta el ditirambo que me dice algo profundo es, curiosamente —o no—, aquella en la que solo se repara como metáfora para barnizar de lirismo dramático las loas, la del hombre al que la enfermedad le despojó cruelmente de la conciencia de sí mismo. Es con ese Suárez con el que me quedo, no la figura histórica, sino la persona que, como tantas otras miles que jamás ocuparán un segundo en los medios de comunicación ni una línea en las enciclopedias, pasó sus últimos años —¡nada menos que once!— en la nebulosa infranqueable del Alzheimer.
Si quisiéramos ver más allá de la pompa y la circunstancia, el infierno que han atravesado el expresidente y los suyos podría servirnos como llamada de atención sobre el día a día de quienes se enfrentan a algo igual de terrible… pero generalmente, con muchísimos menos recursos. Fue reconfortante escuchar a la doctora que lo ha atendido que, dentro de lo terrible de su situación, jamás le faltó calidad de vida. Por desgracia, o más bien porque este estado del bienestar solo lo es de nombre, la inmensa mayoría de los enfermos y sus familias no pueden decir lo mismo.
De acuerdo contigo en general, y en particular en la fascinación que te provocan los perdedores. Si además, están envueltos en una situación sin «marcha atrás», doblemente fascinante.
Coño, ias! Te has quedado bien con ese pedazo comentario, no?…
El estado de bien-estar ha conseguido que década tras década la esperanza de vida aumente.
El Estado de mal-estar, no apoya los sufienciente y en muchos casos olvida a las familias, para poder hacerse cargo de sus aitas y amas con demencia: centros de día más numerosos de dia y noche, descanso a cuidadores, jornadas laborales especiales a cuidadores, ayudas económicas para cambios en el hogar, impulsar apoyar y reforzar redes de ciudados, familias de enfermos con demencia,rebajar precio de residencias especiales….investigación.
Me conmueve este artículo.
Poca cosa. Pero un abrazo a todas las familias que sufren la enfermedad. Supongo y quiero creer que tambien les llega a ellos y los que les cuidan. Muchos deberian ser cuidados incluso ellos y ahí están atendiendo dia a dia y desgastándose por amor contraviento y marea a estas alturas de sus vidas. Lo dicho. Poca cosa digo. Un abrazo.