No se había enfriado aún el cadáver de la mujer más poderosa de León, y medio internet ya sabía por qué le habían descerrejado cuatro tiros a bocajarro. No eran teorías envueltas en condicionales sino pontificaciones incontrovertibles sin el menor resquicio para la duda. “Quienes defienden los escraches, tomen nota”, señaló el dedo acusador de una profesional de la siembra de bronca, allá al fondo a la derecha. En la misma latitud, otro latigador contumaz del ultramonte proclamó entre espumarajos que aunque había pensado abstenerse, el 25 de mayo depositaría su voto justiciero a favor del partido de la difunta.
El proceso sumarísimo instantáneo no se detuvo cuando las evidencias empezaron a apuntar clamorosamente al móvil más pedestre y humano del ajuste de cuentas personales pendientes ni ante la revelación de que la víctima y las presuntas victimarias compartían afiliación en el PP. Todavía habrían de llegar el bocazas que le cargó la muerta al Gran Wyoming, y entre otros muchos, el editorialista del exdiario de Pedrojota que dejó caer que el asesinato de Isabel Carrasco no era ajeno “a la creciente animadversión hacia los miembros de la clase política”. Hay que joderse.
La sangre mezclada con pólvora resulta irresistible para los carroñeros de todo signo y condición. De todo, sí, porque en la contraparte de la carcunda, que es tan repugnante como su paralelo, proliferaron los garrulos bailando zapateados por la desaparición de “otra puta facha” o, los más moderados, recitando el “algo habrá hecho” que tan familiar nos suena por estos lares. Hasta las mismísimas de los unos y los otros.
Ya sé que nuestro moderador es de «ni con unos ni con otros», es decir, lo que está bien está bien y lo que no está mal está mal, al margen del color. Muy justo. Pero no creo que sea lo urgente sino lo importante. Ahora lo que prima, lo urgente, es saber por qué acurre esto, para evitar que siga ocurriendo, y nadie mejor que el propio Javier lo debería saber, pues él, durante muchos años, estuvo masticando en primera persona lo que significa la barra libre para decir cualquier burrada y no precisamente por ciudadanos iletrados parapetados tras el anonimato. Si, hablo del “cocidito madrileño”, esa cocina paciente donde se colocaba la más miserable e impune bilis de esos “twitteros” de máxima audiencia que trabajaron por instauran el neo-nacional catolicismo del ahora mismo. Por tanto, lo que ha sido norma y utilizado tanto para llegar al poder como para mantenerse en el poder por los que nos gobiernan y su entorno, que ahora se pretenda perseguir como delito cuando otros a una escala insignificante lo pretenden y, para más escarnio, sólo porque insultan o se mofan de los “ideales e ídolos” de los que gobiernan, no por la propia crueldad y explicitud de lo dicho, ya que cuando no es así y los insultados son otros, no ocurre nada. Por eso no es de recibo que nos mantengamos en principios inquebrantables: por mucho que el robo sea la apropiación de lo ajeno, no es lo mismo robar para comer o robar por el deseo de tener de quien nada tiene, que robar teniendo empujado por la codicia de tener más. Así que aun siendo lo coherente decir a unos y otros que “robar no es bueno”, no pasa nada por decir que “robar teniendo es peor, mucho peor”… Y más cuando el que roba, nos gobierna. Por lo que si estamos, como estamos, en un Estado en el que los ciudadanos somos insultados por los gobernantes y por los medios de comunicación que están a su servicio y para servirles – el 99% de los existentes más los pulpitos de las iglesias- la rectitud de principios me parece más cómoda y fácil que “mojarse”. Si luchamos y apostamos por la libertad de expresión, aceptaremos sin dudar lo más mínimo que ello también conlleva unas molestias, los depravados de todo signo. ¿Y qué? ¿Acaso son algo nuevo? Siempre los ha habido. Los depravados no coartan la libertad de expresión, se aprovechan de ella. Así que mientras haya depravados será señal de que tenemos “libertad de expresión”. No podemos pretender “libertad de expresión” sin depravados, hoy aquí y ahora. Tenemos un buen ejemplo de por qué eso no puede ser si queremos “libertad de expresión”, porque lo único que se prohibiría –como pretender hacer Gallardón y Fernández- seria, primero, a los depravados de un lado, luego a todos los demás, los no depravados del mismo lado pero que serían también tildados contra toda razón y lógica de perniciosos por el criterio siempre subjetivo y sectario del censurador. Por supuesto, siempre habría una excepción a la regla que confirmaría la regla, la censura unilateral. Esto no es ciencia ficción, es el “todo es ETA” en otro campo, o sea, algo que se ha hecho. ¿Puede haber “libertad de expresión” sin depravados? Claro, en un lugar con alto nivel académico, cultural de sus habitantes. ¿Ese lugar es España? NOOOOOO Por eso mismo no tenemos “libertad de expresión” como a muchos nos gustaría tener, entre los que no se encuentran los que nos gobiernan. Para ellos “libertad de expresión” es hablar sin comedimiento y los demás a escuchar sin menearse. Si admitimos que no podemos tener hoy “libertad de expresión” sin depravados debido al bajo nivel cultural y académico de los ciudadanos en general, no es lógico que pretendamos conseguir esa “libertad de expresión” ideal mediante el código penal, la trampa. Solo la educación de calidad nos hará libres y liberara de lo que jamás lo podrá hacer el castigo. Y repito, sobre todo para los de “ni con unos ni con otros”, luchemos sin cuartel contra el gran vilipendiador, el gobierno y su entorno, olvidándonos del pequeño donnadie incapaz de hacer una frase sin 8 tacos, porque si no logramos que los que nos gobiernan hablen a los ciudadanos con respeto y mesura, difícilmente vamos a conseguir gobernados respetuosos, por la simple pero real razón de que allá donde los gobernantes no son ejemplares, los gobernados no se ejemplarizan. Por todo ello, se puede soportar a los depravados de twitters pero no a los depravados del Poder gobernante
Un par de cosas: Desde hace un tiempo observo con pavor que habría material de sobra para hacer un cocidito a la inversa. Los Marhuendas y demás han encontrado réplica exacta al otro lado. Aunque defiendan ideas que yo defiendo, yo con esos no juego.
Y sobre la libertad de expresión, no vale jugar con dos barajas. Que te llamen etarra si no lo eres ni de lejos no forma parte de la libertad de expresión. Aplaudo que EH Bildu vaya a denunciar a quienes lo hagan. Pero mi actuación es igual si el insulto de es de otro tipo. [Enlace roto.]
El problema de conjugar libertad de expresión con el respeto a la dignidad de los demás es tan antiguo como desde que se viene defendiendo dicho derecho. En mi opinión (en esto coincido con el comentario 1) la libertad de expresión debe incluir comentarios que por indignos en sí mismos no afectan a dicha libertad de expresión y más bien la completan. El día que el derecho a la expresión incluya solamente comentarios «cepillados», filtrados o ennoblecidos por un seleccionador (¿quien?) ese será el día en que empiece a morir dicha libertad. Porque dentro de ese mismo grupo de comentarios con el modo «adecuado» existirán algunos mensajes que puedan ser catalogados como los más inaceptables y pueden provocar otro acotamiento, y otro más tarde, hasta que dicha libertad recoja solamente un pensamiento: el correcto (desde el punto de vista de ¿quien?). Y entonces la libertad será, como decía Franco, dentro de un orden.
Si a un niño se le limpia todos los días con desinfectantes, buscando una higiene absoluta, crecerá sin reservas, y por tanto expuesto a todo tipo de enfermedades y alergias. Dejemos que lo indeseable de la libertad de expresión sea devorado por las propias defensas de ese derecho: la sensatez, caridad, respeto, ánimo constructivo, conocimiento, argumentos.. que son los que construyen el debate. Los insultos, infundios, utilización interesada, vejaciones morales, tienen el camino cortísimo que demuestran. Y no llevan a «esto», como han dicho voces interesadas, ni son contrarios a la dignidad de nadie (el refranero es sabio «no ofende el que quiere sino el que puede») . No digo con esto que toda opinión es respetable. Por supuesto que no lo es. Pero las opiniones respetables lo son por comparación de las no respetables. Lo verdaderamente respetable es el derecho a emitir cualquier expresión.
Qué nos pasa para alegrarnos de las desgracias de los poderosos, y apenarnos por las desgracias de los que no lo son.
Yo no entiendo, aquel :-qué se jodan! de la bancada popular, como tampoco aquel inombrable del PP o AP que se alegraba en un marcador imaginario los muertos de ETA y de la guardia civil.
Pero , al final no se pueden poner puertas al campo, internet es un medio que deshinibe ,como un mal vino.
Y se saca lo peor y mejor de cada cual.
Me quedo, con la imagen de la hija de la fallecida, y la hija de la asesina, y toda la parefernalia del gran staff populista y popular .
Muy difícil, pero más que los comentarios, me inquietan los hechos:qué hace que una mujer mate a otra por defender a una hija.