Paradojas interpretativas: la abstención presencial del PNV sobre la ley de sucesión express va a ser ampliamente entendida como un disimulado voto favorable a la continuidad borbónica, mientras que la inhibición ausente de Amaiur se glosará como un pedazo de rechazo del recopón y medio. Que me lluevan las collejas si procede, pero no veo diferencia esencial entre una y otra postura más allá de la presentación en el plato, acorde con la querencia mayor o menor hacia la barrila de cada formación. Leídos, escuchados y hasta comprendidos los argumentos de ambas para obrar así o asá, debo decir que no comparto ninguno de los planteamientos. Fíjense que quien esto escribe arrastra el baldón de la equidistancia militante y el refocile en las medias tintas, pero en la cuestión que se dilucida defiendo que solo caben dos pronunciamientos: sí o no. Y por descontado, me apunto a lo segundo, a un no rotundo gritado a pleno pulmón y hasta con un pelín de cara de mala hostia. Máxime, cuando el 90 por ciento cortesano del Congreso (que ya no representa ni de coña a la misma proporción de la sociedad) va a asegurar el éxito del trile.
Esta es una oportunidad para decirle tararí, no solo a la monarquía en general, sino a esta en particular, la del Borbón restaurado y su progenie. Si en 1978 cabía —echándole kilos de buena voluntad— aplicarle al Capeto el beneficio de la duda, hoy tenemos casi cuarenta años de hechos contantes y sonantes que demuestran que este linaje, da igual quién sea el titular y cuántas visitas nos haga, ha estado, está y estará al frente de los que no nos dejan decidir qué queremos ser.
Completamente de acuerdo:
Hay que estar allí y decir :NO, o Ez, o Non, o Pas du tout.
Erabat ados.
O, como en el ya lejano 1986 respecto a la OTAN: «de entrada, no».
Aunque sea aún mas frustrante que aquel referéndum perfectamente orquestado hacia un si que en el Eª el PSOEhabía ido vendiendo paulatinamente como la mas guapa de las novias…
Pues yo también votaría que no, y si me dicen que eso quiere decir que deseo que siga Juan Carlos I, pues sí, quiero que siga desprestigiando a su casa Real, a la monarquía como sistema político, incluso a la monarquía parlamentaria, república coronada o como quieran llamarle los encantadores de serpientes. Si tengo que tragar con la Monarquía quiero un Rey cayéndose la baba y sin poder articular palabra, con una nuera trepa montando numeritos, la hija pequeña y el yerno por los juzgados, las amantes, los hijos espurios, la abuela viviendo en Londres, y lo que queda con los froilanes… Eso es la monarquía. El que calla otorga (en este caso). Además no se puede aceptar una ley con dos líneas hecha ad hoc para un caso concreto. Y si el Rey no gobierna, qué importa? ¿Por qué es necesario un nuevo rey?
Que los periodistas de un medio tan amigo del sistema como «El Mundo» hayan denunciado censura, hecho al que hay que añadir la portada de «El Jueves», creo que demuestra a las claras hacia dónde vamos.
Acabo de enterarme de lo de la censura a la portada de El Jueves y acabo de leer tb un artículo de Isaac Rosa en la página Caffe Reggio, precisamente uno de los dimisionarios.
Sólo se me ocurre gritar «no habrá paz para los vasallos».
No nos merecemos mucho mas si dejamos que nuestros políticos no estén a la altura de lo que les pedimos.