Espero que la riada emotivo-exibicionista haya bajado lo suficiente como para poder señalar, siquiera con sordina y la mayor de las humildades, que la matanza de Charlie Hebdo atañe —menuda perogrullada— al derecho a la vida y a la dignidad humana más básica. Se me escapa por qué siendo tan fácil la identificación de lo que estaba en juego, se ha pretendido reducirlo a una cuestión de libertad de expresión. ¿Quizá porque lo ponía a huevo para el lucimiento estético a la hora de manifestar el rechazo? Me temo que algo de eso hay. De un tiempo a esta parte, los fondos de las protestas, es decir, las injusticias que las provocan, se convierten en excusa para el derroche creativo. Más importante que la reivindicación son la pegatina, el avatar, la escarapela, o el lema resultón en que se plasma. Qué farde de lápices molones y de eslóganes chachivoluntaristas. ¿De verdad cree alguien que la risa mata al terror o que un carboncillo es capaz de derrotar a un Kaláshnikov? Así nos lucirá el tupé… mientras seamos capaces de conservarlo, claro.
Pero no quería llegar ahí, sino a otro fenómeno hermano o medio primo, como es la sacralización bufa de la mentada libertad de expresión. Ya señalé el otro día la patulea de hipócritas que se han sumado a la martingala, y en la cabecera de la manifestación de París, copada de bribones, tuvimos la irrebatible prueba del nueve de la impostura que se gasta. El corolario es que a esa libertad tan manoseada le ocurre lo mismo que a la presunción de inocencia, que habiendo nacido como protección para los decentes, termina sirviendo como salvoconducto a los canallas.
Yo que soy tan contra humor tengo que reconocer que una de mis pelis favoritas es «el gran dictador» de Chaplin. Seguramente fue uno de los pocos o el único que se rió de uno de los personajes más funestos de la Historia y no a toro pasado, como la mayoría. Hace años Harkaitz Cano ya ganó un premio Euskadi escribiendo sobre un ataque de ira del bigotitos que se dirige a EEUU a secuestrar al actor. Este tipo de humor me parece positivo porque no se ríe de la pobre gente sino de hombres terribles, claro que Hitler no paró por esto pero fue una humillación bien merecida.
Sobre la libertad de expresión en Occidente, creo que una multiplicidad de medios de comunicación pero que sobre la mayoría de los temas dicen todos lo mismo. En el caso vasco, sí que se ve un poco de diferencia entre los periódicos de aquí y los españoles pero sobre otros temas…
Como ya dijo Julián y ahora tú, el atropello ha sido al derecho a la vida de estas personas y no a su libertad de expresión. el que quita la vida, lo quita todo y es muy raro para un fundamentalista religioso que piensa que la vida pertenece a Dios (en todas las religiones el suicidio es un pecado o un tabú) y van ellos y a quitan. Por lo menos estarán conmigo que actúan como si fueran Dios, no sé si saben que no van a ir al Paraíso con las huríes por asesinos y por suplantación de identidad.
No viene a cuento pero lo del lápiz molesto, sí que los hay como el que escribió «the dark Alliance» Gary Webb, que investigó las relaciones entre la CIA, la Contra y las drogas y apareció suicidado en su casa cuando iba ya huir. Un juez determinó que a pesar de que tenía dos balas en el cerebro, se había suicidado. Digo.
Eso mismo!
Yo no creo ni que la risa mata al terror ni que los fondos de las protestas, o sea las injusticias que las provocan, se deban convertir en excusas para el derroche creativo.
Por eso, convertir el saqueo en la sede de una organización social, por parte de un instituto armado de carácter militar, en un trivial espectáculo electoralista no me parece de recibo, porque …así nos luce el tupé, como dices.
Y sin embargo, me pides respeto.
¿Coherencia de qué?
Libertad de expresión, libertad de información, libertad de reunión, libertad de elección, libertad de…….bonitas expresiones, para decir que hay: censura, poderes mediáticos,ilegalizaciones, y presiones.
Sí creo que el humor, está reñido con la agresividad y una cierta forma de inteligencia que nace de la payasada y del ponerse en cuestión.
Los símbolos, unen a las personas, aglomeran a las masas, crean ejércitos en el caso del lápiz, pacíficos: bienvenidos sean!
Tampoco vamos a pretender acabar con el lío mundial que hay a todos los niveles y encima que si a Mahoma le sienta bien esto o lo otro, ya sería demasié.
Y nada más, que hace viento, y que a Bilbao no han llegado los Charlies Hebdo, me dijeron que no pasaron de Irún, pero ya hay gente que los vende a mogollón de euros.
Hay gente pató.
Yo no estoy a favor de la «libertad de expresión». Porque no creo que se puede decir todo. Libertad de pensamiento, esa es inalienable, pero ¿libertad de decir todo lo que se piensa? ¡Ni de koña! A algunas frases de obispos respecto a mujeres me refiero, por ejemplo… Y podemos tirar de hemeroteca… No podemos evitar que lo piensen, ¡¡¡pero que no nos lo digan!!!
Sí creo que el humor nos ayuda a distanciarnos de las cosas, y las pone un poco más en su justa medida… Sí creo que se puede hacer humor de todo, que estamos rodeados de demasiadas cosas ‘intocables y sagradas’, pero también creo que el humor, al que considero el estadio más elevado de la inteligencia, es confundido a veces con lo estrambótico o con la risa histriónica. Y no, no es lo mismo. A mí no me gustan muchas de las viñetas de Charlie Hebdo. Me ofenden sin referirse a nada que me afecte personalmente… ¡Y mira que hay pocas cosas que me pueden ofender!
Jaio:
¿La libertad de decir todo lo que se piensa?, Pues se puede sí…pero en el psicoanalista y hay que pagar. (Ultimamente, estan los precios por las nubes).
Los obispos y sus frases hacen mucho por el ateismo, y hay que admirarles el gesto.
Y desde aquí, aprovecho para animaros a comprar: Mongolia, en el que sigue dibujando el genial Ja.
Un saludo.
Gracias BBB por acordarte de mi comentario. Me halaga. Pero aunque tienes razón en el fondo de lo que expones, tengo que matizar que yo tampoco contrapuse el ataque a la libertad de expresión (que sí se produce) con el ataque a la vida (yo no escribí «..el atropello ha sido al derecho a la vida de estas personas y no a su libertad de expresión»). A mi lo que me indignaba era la reacción, en este caso corporativista y simplificadora, ante un atentado en la que habían muerto 11 personas en su puesto de trabajo´, con un ataque a la libertad de expresión. Yo no decía que no lo fuera, sino que era singularmente indigno la reducción a ello. De hecho hubo a la vez un ataque a un supermercado, que por cierto, si no hubieran sido judíos (no israelitas, sino franceses) Netanyahu ni se habría presentado. Mi comentario era una protesta con la afición a etiquetar los muertos. Y que, hoy por hoy, la muerte violenta de cualquier persona inocente, sea lo que sea, es razón suficiente para indignarme a mí. No me hace falta llegar a ningún derecho adicional.