Las citas con las urnas, sean elecciones convencionales o plebiscitos, no terminan en el recuento. Y tampoco en la celebración de la victoria. Al revés, es ahí donde empieza el camino de las palabras a los hechos. Sería bonito para los griegos —y de rebote, para los que seguimos hipnotizados su epopeya— que el contundente ‘no’ del domingo se tradujera de un día para otro en el fin de la asfixia. Quién sabe, quizá de esta los llamados acreedores (o por peor nombre aun, la troika) toman nota del profundo disgusto que causan en los pueblos, hacen propósito de enmienda, y en lo sucesivo cambian su objeto social por el de procurar la felicidad colectiva.
¿Van por ahí las cosas? Si atendemos a lo que llevamos escuchando en las últimas horas de labios de sus portavoces oficiales y oficiosos, no parece. Se diría que la parte que se da por derrotada en el referéndum está ahora mismo más por la elaboración y aplicación de refinadas formas de venganza que por la rectificación. Ni siquiera es probable que les calme la inmolación pirotécnica de su bestia negra, el ya ex ministro Yanis Varoufakis. Qué sensación orgasmática ha tenido que ser para el susodicho, por cierto, quitarse de en medio justo después de haber marcado por la escuadra.
Claro que hay una esperanza. No es descartable que esta jugada de Tsipras entre maestra y a la desesperada vaya a servir para que descubramos que las instituciones europeas han ido de farol durante todo este tiempo. Tal vez el tinglado esté montado de tal forma que si cae una pieza aparentemente insignificante, se viene abajo el resto. Eso salva a Grecia… y a alguno más.
Me llama la atencion, javier, que no hayas captado la leccion mas importante del no griego.
Esa leccion es que la gente que ya lo ha perdido todo, y nada le queda por perder ha ascendido exponencialmente, y esta cerca de la masa critica que inicia movimientos teluricos en la historia.
Esta jugada, como dices, no sé si es maestra, pero desde luego puede ser importante en el devenir de la historia europea.
El Sr. Schulz. y otros señores advirtieron el domingo que los acreedores negociadores también son gobiernos democráticos, y hay que respetarles. Bien. No creo que fueran elegidos para marcar la política de otro país.
Pero veamos otra gran diferencia con la perspectiva de los cuatro años atrás:
Con estos o similares “negociadores”, Zapatero (y luego Ken Sánchez), con Mariano firmaron la reforma de la Constitución sin consultar al pueblo soberano. (Sí, se puede reformar, y en 15 días) No lo necesitaban. Lo hicieron en función de la representación que ostentan que, via Dont de asignación de escaños, y con la ayuda de un 35 % de abstención (y más UPN, no olvidemos) le confieren el 90% de la representación. Representación que obtuvieron sin haber propuesto a sus electores la reforma trascendental que realizaron después, y que consistía en hacer prevalecer la atención a la deuda (capital más intereses) antes que las demás necesidades del Estado social de derecho, incluidas las sociales de esos mismos electores.
Tsipras tampoco tenía obligación de consultar, y la consulta versaba sobre lo mismo: Atención de compromisos con elementos ajenos al estado y sus relación con políticas sociales internas.
Pero Tsipras ha consultado, porque es demócrata. Los nuestros (?), no consultaron. Esa es la diferencia de «democracias».
¿Cual sería el resultado si los 18 gobiernos democráticos hubieran consultado a sus soberanos sobre la cuestión?. ¿Y si se consulta a los ciudadanos de los 28 países, en circunscripción única?
Y esa era la trascendental disyuntiva que el domingo nos jugábamos los europeos.
No olvidemos que la democracia que inventó Grecia era participativa. Ahora, los mercados apoyan la representativa, y la admitimos por eficacia y practicidad. Pero eso no quiere decir que las dos democracias puedan compartir la misma clase, Sr. Schulz.
Creo que han quedado remarcadas ciertas líneas rojas que el tiempo y los acontecimientos dirán si tenemos una flor efímera o se asienta de una vez otra manera de gobernar.
Krugman, Stiglitz y Habermas no pueden estar equivocados, o por lo menos prefiero equivocarme siguiendo sus consejos que los de Goldman Sachs, Lagarde y otros.