Entre los mil y un momentos de pasmo provocados por esa cópula incompleta que (personalmente me) resultó el 27-S, destaca la celebración en las tertulias cavernarias de los resultados de la sopa de siglas —Monedero dixit— en la que se presentó Podemos. Si bien el motivo subsidiario de la felicidad ultramontana era la bofetada electoral de quien andaba galleando que iba a apalear, el principal residía en que, hostiándose y todo, los 366.000 votos de la cosa llamada Catalunya Sí Que Es Pot desequilibraban la balanza en favor del No a la independencia. De miccionar y no echar gota, que Inda, Marhuenda, Tertsch y demás artilleros diestros jaleasen a su bestia negra, pero vuelvo a anotar, como ayer, su divisa, que no es ninguna coña: antes roja que rota.
Concedo que hay que tener un rostro de alabastro para arrogarse los votos que en campaña arrumbaban de secesionistas sin remisión. Sin embargo, tampoco parece muy de recibo que los que desde la acera de enfrente situaban en el unionismo desorejado a CSQEP vengan ahora a vender la moto de que esos sufragios son canjeables por síes en el global de la eliminatoria.
En el mejor de los casos, serían ni síes ni noes, postura tradicional y muy respetable de Iniciativa Per Catalunya, el otro gran socio de la alianza electoral dizque de izquierdas. Ocurrió, no obstante, que durante la campaña ICV fue fagocitada vilmente y sin amago de protesta por Podemos, cuyos líderes no dudaron en echar mano de un discurso esencialista español y hasta etnicista que convertía en tibias las soflamas de Albiol o Arrimadas. Quienes echaron esa papeleta sabían lo que hacían.
Al respecto… quisiera empezar diciendo: que satisfacción resulta ganar/perder una apuesta política –la independentista, en este caso- sin necesidad de artículos constitucionales tudescos, llamadas cuartelarías y ruido de tanques. ¿A que si? Con esto es con lo que nos deberíamos quedar, con la satisfacción, al margen del resultado, por resolver así los asuntos: votando.
Lo más enervante, sin embargo, ha sido la caradura de los que llamándose “anti independentistas” eran y ejercían de anti demócratas a secas, pues no querían que se votara ni “SI” ni “NO”; y ahora, ahora que el “NO”, según las interpretaciones, dicen ha ganado se lo arrogan. Para decir que el “NO” ha ganado antes había que haber dicho que estaban dispuestos a la confrontación democrática entre el “SI” y el “NO”, y quienes se han negado en rotundo a ello y han impuesto al resto no poder hacerlo, no tienen legitimidad para hablar de victoria alguna.
La mayoría ha votado, cuando menos, “SI” al derecho a decidir. Han perdido los que enmascarados en la legitimidad de poder decir “NO” a la independencia, han impedido hacerlo. EL PP el PSOE y C’s no han votado “NO” a la independencia, han votado que no se puede votar ni “SI” ni “NO” a la independencia…. Ni a la monarquía ni a nada que ponga contra las cuerdas a la “democracia” del atado y bien atado.
Votar “NO” no significa asumir la inquebrantable unidad patria, comulgar con el ideario ideológico de la brunete mediática (13tv), renegar que el catalán sea la lengua vehicular y mil y un asuntos que son dogmas del unionismo.
Y por último, para votar con sinceridad una independencia no debe haber amenaza estatal o supra estatal pues siempre el voto tendera a desvirtuarse.