Podemos es no

Entre los mil y un momentos de pasmo provocados por esa cópula incompleta que (personalmente me) resultó el 27-S, destaca la celebración en las tertulias cavernarias de los resultados de la sopa de siglas —Monedero dixit— en la que se presentó Podemos. Si bien el motivo subsidiario de la felicidad ultramontana era la bofetada electoral de quien andaba galleando que iba a apalear, el principal residía en que, hostiándose y todo, los 366.000 votos de la cosa llamada Catalunya Sí Que Es Pot desequilibraban la balanza en favor del No a la independencia. De miccionar y no echar gota, que Inda, Marhuenda, Tertsch y demás artilleros diestros jaleasen a su bestia negra, pero vuelvo a anotar, como ayer, su divisa, que no es ninguna coña: antes roja que rota.

Concedo que hay que tener un rostro de alabastro para arrogarse los votos que en campaña arrumbaban de secesionistas sin remisión. Sin embargo, tampoco parece muy de recibo que los que desde la acera de enfrente situaban en el unionismo desorejado a CSQEP vengan ahora a vender la moto de que esos sufragios son canjeables por síes en el global de la eliminatoria.

En el mejor de los casos, serían ni síes ni noes, postura tradicional y muy respetable de Iniciativa Per Catalunya, el otro gran socio de la alianza electoral dizque de izquierdas. Ocurrió, no obstante, que durante la campaña ICV fue fagocitada vilmente y sin amago de protesta por Podemos, cuyos líderes no dudaron en echar mano de un discurso esencialista español y hasta etnicista que convertía en tibias las soflamas de Albiol o Arrimadas. Quienes echaron esa papeleta sabían lo que hacían.

Mas, ¿órdago o trágala?

Igual que el legendario plan Ponds prometía belleza en siete días, el (nuevo) plan Mas ofrece la independencia de Catalunya en año y medio. Al primer bote, no suena mal, y menos, mirando la cosa desde esta parte del mapa, donde todavía no nos hemos puesto a la tarea y está por ver si lo haremos seriamente. Otra cosa es que lo que propone el President, que huele a trágala que es un primor, sea medianamente factible. ¿Que por qué no va a serlo? Pues, si me dejan que me ponga metafísico, porque no lo ha sido. Quienes conserven copia de la hoja de ruta original comprobarán que en ella se preveía que a estas alturas del calendario la soberanía plena estaría a falta del penúltimo hervor. Sin quitar importancia a lo muchisímo que ha ocurrido hasta ahora, únicamente haciéndose trampas al solitario o pésimamente aconsejados por la autocomplaciecia, se puede concluir que el proceso está donde se esperaba.

Se diría que todo el camino anterior, incluyendo la consulta tan emotiva como descafeinada, formaban parte del ensayo general y que esta, la que anunció Mas el martes, es la buena. Sin entrar en las dificultades para concretar la lista única ni en el riesgo de que el planteamiento acabe favoreciendo al unionismo español —en política dos y dos pueden ser tres—, cabe preguntarse qué garantía hay de que el referéndum que convoque el gobierno de emergencia no vaya a correr la misma suerte que el 9-N. Probablemente, el cálculo se base en la creencia de que para el momento de su celebración habrá cambiado la mayoría en Madrid. Francamente, aunque tal vuelco se produzca, yo no las tendría todas conmigo.