La patronal española elige a sus barandas en las ciénagas más hediondas. Desde su fundación, va para cuarenta años, ha tenido al frente a un vividor franquista travestido de liberal a la violeta, un falangista redomado que hasta el apellido lo tenía cavernícola, un jeta que ahora mismo está en el trullo por chorizo, y en la actualidad, como síntesis perfecta de todos ellos, al mediocre bocabuzón que atiende por Juan Rosell. Menuda puntería la de los cronistas de aluvión que cuando fue ungido capataz de capataces lo pintaron como un tipo laborioso y discreto que venía a modernizar la organización, a despolitizarla y a dotarla de rostro humano. De tres, cero patatero. Este es el minuto en que la CEOE sigue anclada en el medievo, funcionando al unísono con la gaviota azul (y de un rato a esta parte, con el chiquilín naranja), y practicando una sensibilidad que deja al mármol en natillas.
En que todo eso sea así se ha empleado a fondo este dequeísta compulsivo con conocimientos de Historia que no le darían ni para obtener el graduado escolar. ¿En qué tebeo habrá leído el muy zoquete que el trabajo “para toda la vida” era característico del siglo XIX? Si tuviera una idea mínima, no ya de la clase explotada sino de la suya, la explotadora, sabría que por estos pagos los contratos fijos empezaron a ser frecuentes bien pasada la segunda mitad del XX. Y, salvo casos contados como los del empleo público ganado por oposición, tardaron poco en convertirse en puramente nominales. Sobra, por lo tanto, su insultante amenaza. Ya hace mucho que los currelas son conscientes de que mañana pueden estar en la calle.
«(…)trabajo “para toda la vida” era característico del siglo XIX»
Hombre, teniendo en cuenta la duración de la jornada laboral de la época, las condiciones de seguridad en el trabajo, que podían comenzar a trabajar de niños y la esperanza de vida media de un trabajador de la época a lo mejor si es verdad que muchos encontraron un trabajo para toda su corta vida.
Que, en base a este criterio, me atrevo a aventurar que el «trabajo para toda la vida» también existía en el SXII. Como me he leído «Los pilares de la tierra» y «Un mundo sin fin» creo que todos los que participaban en la construcción de catedrales tenían trabajo, obviando todo lo demás, para toda su vida y la de varias generaciones. Quizás se haya quedado corto en su aproximación empírica y tal.
Perdón por mi ignorancia remitiéndome al S.XII. Las pirámides de Egipto, que les llevaron su rato, ya fueron construídas por hombres libres o eso dicen.