Sabía lo que se hacía el portadista de El País cuando al entrecomillar las palabras de Iñigo Urkullu se dejó por el camino un casi. Sin el adverbio quedaba una frase de los más resultona, interpretable hasta el corvejón a gusto (y no digamos a disgusto) del lector: “En un mundo globalizado la independencia es imposible”. Allende Pancorbo, que le gustaba decir a Xabier Arzalluz, sonaba a sentencia balsámica, rozando lo claudicante o siquiera lo razonable, lo mínimamente admisible por el (re)centralismo que nos asola. Ahí va un vasco que, sin dejar de estar equivocado como todo nacionalista periférico, por lo menos no se emperra en quimeras, parecía ser el mensaje entre líneas, con recado implícito a Catalunya: ¡Qué diferencia, señor Puigdemont! No hay abrazo más dañino que el del oso.
Tampoco quedaba muy bien el lehendakari ante la parroquia del ande o no ande. Confirmando una vez más las teorías pavlovianas, los dedos acusadores se multiplicaron. Una nueva renuncia a los principios esenciales, una burla, una afrenta y, como resumen y corolario, una advertencia del portavoz de Sortu Arkaitz Rodríguez. Se dirigía —¡bravo por la empatía y la capacidad de tejer complicidades!— a un tal Partido del Negocio Vasco, y se enunciaba tal que así: “No permitiremos que 40 años después se vuelva a cometer un nuevo fraude contra este pueblo”. Nótese que habla en nombre de “este pueblo” el representante de una de las cuatro fuerzas de una coalición que en los últimos comicios tuvo el 21,26% de los votos, 16 puntos menos que la formación a la que se lanzaba la invectiva. Así sí que va a resultar del todo imposible.
Los titulares de El País suelen tener un destinatario claro, siendo un interesado asesor de lo que tiene que ejecutar el establishment, por su influencia en la opinión pública. En este caso es claro, para mí por lo menos, que el destinatario de este titular es la parroquia opinadora del PP que había marcado la línea roja de la concertación no sólo en Podemos, sino en las «fuerzas separatistas-soberanistas», con las que no se podía ir ni a heredar. A mí me parece más un mensaje tranquilizador tipo «veis como con estos sí se puede llegar a acuerdos» que el (posible también, pero no creo) de advertencia a Puigdemont de «no vas a ningún sitio con tu soberanismo radical».
Lo importante ahora es el diálogo, la concertación, el tratamiento amable y el acuerdo entre diferentes, conceptos todos repetidos hasta la saciedad en las mesas editoriales de las manchetas de todos los colores y comités ejecutivos de los partidos que correspondan. Y el PPPSOE salvador de las terceras elecciones precisa de una tercera pata procedente de la transición que libere en cierto modo la presión gatopardiana que le agobia a la gestora abstencionista.
Además, hay que revestir los acuerdos PNV-PSE con una visión moderada y responsable. En suma: «Tranquilos que con Urkullu no pasa nada, nuestro acuerdo no rompe España»