Sigo, poco más o menos, donde lo dejé en la última columna. Estoy empezando a empacharme del aniversario. Por desgracia, se han cumplido mis peores temores. Lo que debía ser un acto de recuerdo emocionado, sincero, doloroso, sin medias tintas —añadan lo que crean pertinente— se ha convertido en material para el panfleto de baja estofa.
Es gracioso que los que niegan a gritos la teoría del conflicto (de la que yo no soy en absoluto seguidor, ojo) parecen reinventar los hechos de tal modo que se diría que, efectivamente, aquí había —¿o sigue habiendo?— una confrontación entre unos buenos buenísimos y unos malos malísimos. ¿Las víctimas y sus victimarios, quizá? Pues no. Eso ya habría sido tosca simplificación, pero ni siquiera se quedan ahí. Los aventadores de esta fábula agrupan en el bando de la perversión a todos los que manifiestan cualquier tipo de sentimiento nacional vasco, incluidos los que siempre han rechazado sin rodeos el terrorismo de ETA. Enfrente, en el terreno de la bondad inocente de cuna, quedarían los partidarios de la unidad de España en sus diferentes grados, de los autonomistas hasta el infinito.
Miren que habría sido fácil conmemorar estas dos décadas diciendo que el secuestro y asesinato de Miguel Ángel Blanco fue una vileza nauseabunda. Tampoco habría sobrado señalar a los que guardaron silencio o, incluso, lo justificaron. Incluso cabría mandar un recado contundente a quienes todavía hoy se refugian en la ambigüedad o directamente piensan que ETA hizo lo correcto. Sin embargo, está muy de más, y perdonen que me repita, seguir sacando petróleo ideológico a aquella infamia.
Hay gente que sigue sacando rédito político de unas víctimas, pero siguen diciendo que no hay usar a las víctimas para eso.
Da la sensación que les da pena que el tema ETA se haya acabado y quieren seguir estirando el chicle todo lo que puedan, a beneficio de inventario(electoral),
Yo creo que hay lecturas diversas y posibles y todas válidas.
¿Es un intransigente y alguien que no quiere avanzar y un enemigo de la paz quien rechaza, por cínica o postureo hipócrita, la presencia del representante de Sortu en el homenaje de Ermua en vez de saludarlo como un avance?
Pues… pongamos otro ejemplo; ¿cómo se aceptaría la presencia…pongamos de Martín Villa en un homenaje a los muertos en Vitoria el 3 de marzo sin antes condenar la actuación de la policía armada aquel día? ¿o la participación de Barrionuevo en un homenaje a Lasa y Zabala pero a la par calificando de héroes de la libertad a los héroes de Intxaurrondo?
Un ejemplo más, alejado del «conflicto». Un caso de violencia de género; una mujer asesinada por su marido. Pues imaginemos que un amigo de la pareja justifica a su manera el asesinato (que si hay que entender que el marido estaba muy mal porque ella le era infiel y le trataba muy mal y le hacía la vida imposible y es un buen hombre que no podía más y ella tampoco era una santa, etc, etc) y se pasa la vida elogiando al marido, pidiendo su liberación o incluso…una vez liberado mantiene su amistad con él y se van de potes juntos: ¿aceptaríamos a esa persona en un acto de homenaje a esa mujer asesinada?
Pues en Sortu siguen homenajeando a Txapote y otros como él (y no por jugar bien al mus sino por heroicidades como asesinar a Blanco) y los tienen como luchadores por la libertad, etc.
No quiero dudar de la sinceridad del gesto de Sortu pero es difícil cuadrar el círculo o sorber y soplar…o estar a la vez homenajeando a la víctima y el verdugo.
Por tanto, entiendo esa reacción de rechazo. Me parece una interpretación válida.
Pero…como decía hay varias lecturas. Y otra puede ser más favorable a aceptar el gesto de Sortu como un avance, como un paso, como algo necesario que debe ir a más poco a poco y como un esfuerzo que como tal ha de valorarse.
Y quizás es momento de elegir las lecturas más posibilistas o, bienintencionadas o, incluso, si se quiere, buenistas.
Pero yo descalificaría tan alegremente la otra postura…porque su razón tienen.
Errores; «guardias de Intxaurrondo» y yo No descalifcaría tan alegremente la otra postura.