Desde hace unos días, no deja de venirme a la cabeza la imagen en sepia de Eleuterio Sánchez con el brazo en cabestrillo flanqueado por dos números de la Guardia Civil que miran a la cámara con indisimulado orgullo. Algo me dice que en los sueños húmedos de los aparatejos del Estado hay una versión de esa foto en la que la cara del quinqui más célebre del franquismo es la de Carles Puigdemont. Viendo los lisérgicos planes para echarle el guante, queda claro que el President expatriado es el Lute del gobierno de Eme Punto Rajoy.
Revisión de maleteros en la raya administrativa con Francia —¡joder con el espacio Schengen!—, control de puertos y aeropuertos, peinado del sistema de alcantarillado en las inmediaciones del Parlament, y para que el estrambote sea completo, vigilancia del espacio aéreo por si al taimado escapista le diera por llegarse en un ultraligero y saltar en paracaídas sobre la cámara. Palabra que eso último se lo escuché primero como guasa a mi compañero Txema Gutiérrez y, poco después, como sesuda y no descartable hipótesis en una tertulia matutina hispana. Moncloa pulveriza cada minuto que pasa sus propios récords de ridículo espantoso.
¿No hay nadie en el entorno del nido del charrán que maneje los rudimentos de comunicación mínimos como para hacer comprender que esta actuación patética redunda en beneficio de su antagonista? Patochada a patochada, incluyendo la euroorden de quita y pon y el auto conspiranoico del aspirante a superjuez Llarena, están convirtiendo en leyenda a alguien que llegó al escenario público en calidad de interino que pasaba por allí. Luego se quejarán.
La cuestión es: ¿se le puede pedir más a España? Lo digo por aquello de las peras y los olmos… Claro que, viendo la (no) reacción de Europa, uno se espera cualquier cosa.
«¿Se puede pedir más a España?», dice Josep.
Pues a Cataluña, que vota masivamente a favor la Constitución de 1978 y luego reniega de ella; y que tiene además un presidente que huye dejando que se coman el marrón en la cárcel algunos consejeros y su vicepresidente, y que dejó al lehendakari Urkullu con el culo al aire cuando este intentó mediar el 1 de octubre (la palabra dada, Josep, es sagrada y Puigdemont demostró que no la tiene) no le podemos tomar demasiado en serio.
Del miedo a un nuevo ridículo si aparece Puigdemont en el parlament, pasamos al bochorno de la arbitrariedad del recurso suspensivo al TC. Si éste lo admite es un golpe definitivo al sistema. Donde está Europa?… Y nuestro GV???
Carrillo se puso peluca. Puigdemont no necesita más que cortarse el pelo. Nadie lo reconocería. Huy! Igual he quemado una idea.
A Arturo: no pierdo el tiempo con trolls. Bye bye.
A Josep: ¿Pensar distinto = trol?
Duro ahí, muchacho. Me gusta tu forma de dialogar. No cambies.
Arturo, trol no sé, simple sí que me lo pareces. El argumento de la constitución votada en el 78 no le vale ya ni a una inteligencia medianita, y lo de la palabra dada a un señor llamado Urkullu vete tú a saber. Habrá documento firmado digo yo.
La que es buena es la del presidente que huye y deja a los suyos empantanados. Mira, como Companys y Agirre. Claro, entonces había una guerra y ahora…¿no?
Es que insultas, chico.