Es la vieja y certera advertencia del pastor luterano Martin Niemöller que solíamos atribuir erróneamente a Bertolt Brecht: cuando vengan a por nosotros no quedará nadie para defendernos. Cómo explicar que esto no va de soberanismo y unionismo. Ni siquiera de ser o no partidario del Derecho a decidir. Es algo infinitamente más primario. Va, sin más y sin menos, de la libertad básica, incluso del minimísimo moral exigible. Ni en las previsiones más pesimistas sobre la devaluación imparable de la (llamada) democracia española cabía contemplar la prohibición de un color. Cualquiera que lo hubiera planteado habría pasado por exagerado y alarmista.
Sin embargo, acabamos de verlo convertido en triste y ruborizante realidad. A la entrada al estadio donde se disputó la final de Copa de fútbol, la policía se hinchó a requisar a los aficionados del Barça todo tipo de prendas, banderas u objetos de color amarillo bajo el caprichoso pretexto de que esa variedad cromática es una incitación a la violencia. Por descontado, esteladas y pancartas acabaron también en los contenedores de la vergüenza.
El solo hecho de escribirlo, como acabo de hacer, produce una mezcla de náusea e impotencia. Pero casi es peor asistir a la casi absoluta indiferencia con la que no pocos de los más progres del lugar han acogido semejante muestra de totalitarismo bananero por parte de los mandarines hispanistaníes. En el mejor de los casos, un mecachis, así no se hace, y a otra cosa. Por no hablar, claro, de quienes lo han visto perfectamente justificado o directamente lo han aplaudido. Provoca pánico imaginar qué será lo siguiente.
Así es Javier, no hace falta llegar a este aviso amarillo. Yo llevo tiempo asombrado ante la indiferencia generalizada que en Euskadi produce la represión brutal de las ideas que se está dando no ya con los catalanes independentistas sino con quien se pronuncia distinto al triunvirato PPSOECIUD en esta España tosca, reaccionaria y frustrante. No sé si lo dijo Brecht o el Fari, pero los siguientes seremos (volveremos a ser) nosotros. Y pediremos solidaridad y lazos a otros.
¡Inimaginable en cualquier parte del planeta!
Esta dictadura disfrazada con la transacción de 1978 volverá a prohibir todo lo que le venga en gana.
lo próximo Javier será pasear en mangas de camisa por nuestra capital.
Bueno, eso sería una repetición como tantas cosas se ven el los últimos tiempos, vamos a ver hasta donde llegan con la permisividad del resto.
¿Sería amarillo el tractor que Mariano proponia a Aitor?
Están muy crecidos los descendientes de la Sanjurjada.
También es escandaloso que dejaran pasar banderas con el «pollo».
Esto ni es democracia ni parece que vaya a mejorar, más bien al contrario.