El desenlace del rescate del niño Julen Roselló ha sido exactamente el que habíamos previsto. Qué brutal irresponsabilidad, la de quienes, 13 días después de la caída en un agujero de más de 100 metros de profundidad, seguían alimentando la quimera de que era posible encontrar con vida a la criatura. Y bastante será que el asunto se quede ahí, en el hallazgo del cadáver y el funeral como fin del festín carroñero al que hemos vuelto a asistir. “La investigación empieza ahora”, dijo lapidariamente el ministro Grande-Marlaska, y no somos pocos los que pensamos, sin ser abonados a las teorías de la conspiración, que hay demasiadas cosas por explicar.
No las enumero, porque estimo más conveniente dedicar las líneas que me quedan a pedir —ya sé que sin esperanza— una reflexión sobre el nauseabundo circo que una vez más se ha creado alrededor de un drama. Me temo que mi profesión está en un pozo más profundo que el de Totalán y que no hay bravos mineros asturianos capaces de rescatarla ni viva ni muerta. Lo que hizo Nieves Herrero en Alcàsser, supuesto hito de la mierda en bote mediática, está superado de largo por los vomitivas abordajes de los casos de Diana Quer, Gabriel, Laura Luelmo (a la que llegaron a inventar una forma de morir a beneficio de obra) o, ahora, Julen.
Cabe, bien lo sé, echar balones fuera y culpar de nuestra espeleología entre las vísceras al gusto del populacho. Es verdad que los programas telebazofieros —ojo, los mismitos que nos ilustran sobre Catalunya o el crecimiento de la extrema derecha— arrasan en audiencia cuando echan de comer este guano. Pero hay algunos que nos negamos a hacerlo.
Película: «El Gran Carnaval» de Billy Wilder. No sé si está en «abierto» en la red, o hay que pagar por hacerse con ella -o infringir alguna castaña para que salga lo más económica posible-.
Es de 1951. Una película imprescindible. Imprescindible de verdad.
Las hienas hemos tenido días de carnaza (me incluyo en el grupo «hienas» por cortesía) que nos ha sido proporcionada por carniceros profesionales. Montañas de pasta en forma de anuncios. Montañas de manipulación emocional. Montañas de nuevos clientes a programas-basura.
Ahora viene el arrepentimiento de los carniceros. «Poder arrepentirse y a otra cosa mariposa», es uno de los chollos del cristianismo.
El «arrepentimiento» durará lo mismo -por lo menos- que el hecho… y aunque en otro nivel (el de la intelectualidad guay) provocará idéntica o mayor controversia.
The show must go on!
Dos minutillos de la cinta:
https://www.youtube.com/watch?v=xjOaE9FZhFo