Tic, tac, tic, tac. Aquí seguimos, esperando a Godot-Sánchez, que con su puntito de divo, se ha reservado una aparición estelar para anunciar lo que ya nos llevan contando desde hace un buen rato sus arcángeles, es decir, que no hay más bemoles que convocar elecciones generales. Queda el detalle nada menor de la fecha, que sea la que sea, será mala. Porque es demasiado pronto, demasiado tarde, porque está muy pegada a las otras citas con las urnas o muy distante o porque las hace coincidir en el domingazo y será un pifostio del quince. Cada cual encontrará su motivo para poner a bajar de un burro al todavía presidente del gobierno español, lo que, conociendo el peculiar funcionamiento de las filias y las fobias políticas, a él le vendrá de cine.
Aprovechará, no lo duden, la baza del martirologio. Que si nadie me quiere, que si todos se han puesto de acuerdo para tumbarme, y que quienes han propiciado su claudicación se arrepentirán de haberlo hecho cuando el trifascio sume los votos necesarios para ocupar los bancos azules del Congreso de los Diputados. Algo de razón tendrá, no digo que no, pero al mismo tiempo, me permito señalar que esta tocata y fuga libera al individuo de las mil y una promesas imposibles de cumplir que llevaba acumuladas desde que se hizo con el bastón de mando. Menuda excusatio non petita del tamaño de la catedral de Burgos, la nota emitida desde Moncloa con la lista de proyectos que se van por el desagüe, desde la eliminación del copago farmacéutico a la ampliación del permiso de paternidad, pasando, cómo no, por la exhumación de los residuos de Franco. He ahí un programa electoral.
Egunon, por si pintan bastos otra vez, me permito sugerir la serie española VOTA JUAN, retrato sarcástico de la mediocridad y ambición generalizada en politicos, fontaneros, barones y aspirantes de… tan cercana (parece) a las bambalinas de la actualidad que a veces, después de la carcajada aparece el rictus.
Sánchez después de sus milagros se hizo aun mas «guay» y formó el gobierno «pogre» del mundo mundial, eligió unos nombres de lo que están de moda que al día siguiente deberían haber dimitido la mayor parte de ellos por tener chanchullos que consideraba éticamente inaceptables.
Luego prometió y prometió al mismo ritmo que se desdecía.
Deja muchas promesas incumplidas que achacará a la fuerzas que le auparon al poder y ahora le abandonan, pero todos sabemos que Pedro fue presidente por casualidad y que con todas la ayudas del mundo no las habría cumplido jamás.
Se llamó a si mismo presidente mil veces en sus comparecencias y hasta el último segundo lo hará.
La egolatría no se pierde ni al traspasar el umbral tic, tac, tic tac,