Sin buscarlo, esta columna enlaza con el final de la anterior. Ganándome la predecible colleja, señalaba el parecido como fenómenos mediáticos de Vox y Podemos. Cualquiera con una memoria mediana recordará cómo, igual que pasa hoy con los cavernarios de Abascal, hace cinco años era imposible sintonizar el canal de televisión LaSexta sin encontrarse a Iglesias, Errejón o Monedero, especialmente al primero. Y si no estaban ellos en carne mortal, los presentadores o los contertulios se dedicaban a glosar sus declaraciones, sus propuestas o las noticias falsas, ciertas o entreveradas que se publicaban sobre la formación morada.
A lo largo de todo este tiempo, ya con Podemos como fuerza de indiscutible peso en la escena política española, esa presencia se ha ido normalizando y diversificando, de modo que hoy es el día en que todos los espacios señeros de la cadena cuentan con una nutrida y variada panoplia de colaboradores obedientes en grado diverso a esas siglas. Y parece que va a seguir siendo así. Por eso se antoja particularmente divertido y chocante que todos y cada uno de esos rostros habituales de los programas de Ferreras, Wyoming, Pastor, Évole, Pardo o López anden promoviendo un boicot contra la cadena que les regala —o paga muy bien, según los casos— sus minutos de ego, fama y propaganda. Es verdad que la razón no es mala. Denuncian que LaSexta mantiene como colaborador de postín al cloaquero sin matices Eduardo Inda, según parece, partícipe en operaciones vomitivas para desacreditar a Iglesias y su partido. Claro que resultaría más creíble si todos a una se borraran de la pantalla ya no tan amiga.
También resultarían…
A ver, memo, deje el seudónimo, venga usted con con nombre y apellidos reales y una dirección de email comprobable, y a lo mejor hablamos. Troles cobardes, por la otra ventanilla.
Y ahí está el riesgo real. Que lo que ahora es jijiji-jajaja en los medios se convierta en representación variada de Vox en muchos lugares. Que se normalice el facherío en grado superlativo. Y, precisamente por tierras vascas, sabemos muy bien lo fácil que es perdonar barbaridades cuando son cosas normalizadas.
Nos encontramos con la dimensión empresarial del asunto:
No hace falta llegar al Registro Mercantil (es público) para averiguar que los mismos dueños del capital de la «roja» Sexta son los de la «competencia», pero más azulada, A3 y del boletín monárquico-conservador La Razón (permanente presencia de su director Marhuenda -asesor en su dia de Rajoy- en el girigai de los sábados Lasexta-noche), además de otros medios no periodísticos como Planeta, Altaya, la Casa del Libro..etc..
Se trata claramente de una concentración empresarial, cuya sección «izquierdosa» no es más que una porción del queso de audiencia que quiere controlar. No hay más que ver las entrevistas de Évole y Ana Pastor, más destinadas a la automasaje profesional que a la denuncia efectiva de las tramas y escándalos que pretenden aventar.
«Ocupemos también la audiencia de izquierdas, sobre todo si es vulnerable, no nos la vayan a ocupar, ya nos los cargaremos cuando lo necesitemos», parecen haber dicho los gestores de Atresmedia- Planeta.
La concentración del sector está tan cerca de las practicas oligopolísticas que, dado el contenido decisivo para la opinión pública, debería ser objeto de limitación o por lo menos de vigilancia exquisita por parte de un estado que se precie democrático.
Javier, criticas a los profesionales por no hacer un real boicot, pero el problema es más serio. La propiedad del espectro televisivo no puede estar repartido entre solo dos grupos que responden al fin y al cabo a intereses económicos. La ordenación del sector debería cumplir, como la de otros vitales, objetivos de interés público y no privado.
Esto es un estado SOCIAL de derecho, no un share a disputar- dominar.
Culpabilizar a los medios de comunicación es injusto, nadie niega que existen intereses económicos y políticos que condicionan la línea editorial y programación de los medios, pero creo que problema principal es que los ciudadanos le dedicamos muy poquito tiempo a contrastar la información que recibimos.
Hace años le explicaba a mi hijo que cuando uno afronta la realización de un trabajo para la ikastola, la calidad del mismo dependía directamente de la cantidad de fuentes consultadas y la labor de contrastarlas y de sacar tus propias conclusiones.
Las personas debemos afrontar nuestras propias responsabilidades.