No hay discusión. Una patada en la puerta es de lo más antiestético. Peor que eso: es abiertamente contraria a las garantías jurídicas más primarias. O directamente un atentado a los derechos básicos. Incluso mentes obtusas como la mía lo entienden y hasta lo defienden. También es verdad que ahí se acaban mis certezas y comienza mi proceloso mar de ignorancias. La primera de ellas es obvia y presumo que compartida con muchos lectores: si lo escrito es así, ¿qué sentido tiene dictar normas de lucha contra la pandemia que atañen a lo que ocurre en el interior de los inexpugnables domicilios, moradas, residencias, aposentos, quelis u hogares?
Quiero decir que parece que sirve de bien poco prohibir reuniones de no convivientes —da igual para jugar al parchís que para correrse un fiestón multitudinario—, si no hay modo práctico de llevar a cabo la disposición. En el mejor de los casos, estamos abocados a imágenes delirantes como la de varias patrullas de la Ertzaintza haciendo vigilia durante horas en un convento de Derio hasta que los participantes de un sarao etílico sin mascarillas ni distancia tuvieron a bien salir. ¿Es lo que cabe hacer ante cada una de las incontables juergas a puerta cerrada que se celebran a diario? Pues asumamos que tenemos un problema muy gordo en la lucha contra el virus.
A mí la policía española me provoca similar simpatía que unas almorranas tras comer guindillas, pero en este caso madrileño o hacían eso o no sirven para nada y entonces mejor si regulan el tráfico.
O sea, como no ha servido para nada la Ertzantza respecto del espectáculo patético e ilegal de Lezama o en las aglomeraciones borreguiles, ilegales y violentas en Plentzia.
Recuerdo al responsable de la Consejería de Interior diciendo que se actuaría con firmeza contra quien se saltara las normas.
Los documentos gráficos demuestran que entre el bicho y el calor hay miles de meninges afectadas cuyo infantilismo e insolidaridad ponen en peligro la labor de miles de sanitarios ya muy quemados.
No se trata de repartir estopa sino de ser inteligentes y evitar estas cosas antes de que se produzcan, que para eso están.
No queda sino confiar en el sentido común de cada uno, el que lo tenga. Y en la suerte. Porque en lo demás…
Claro que tenemos un problema. Y se llama iresponsabilidad. Y es que una parte, creo minoritaria, de la Sociedad, está más a ver como saltarse las normas que dictan las autoridades competentes, que a cumplirlas y poner de su parte aquello que queda a buen criterio y responsabilidad de las personas.
Y al grito de: «a mi me van a decir lo que tengo que hacer», pues a dar o recibir virus, donde sea y como sea, poniendo en riesgo no sólo su salud, que podria ser lo de menos, sino la de los demás
Eso sí, luego que me atiendan y me curen, que tengo derecho a ello.
Pero si las medidas sanitarias que se toman llevaran una sancion rigurosa inmediata, pues seria mas eficaz.
Un incumplimiento de las medidas sanitarias tendrian que considerarse delito contra el derecho a la salud, delito. y automaticamente los delicuentes detenidos y encarcelados hasta que se pase la pandemia y esos si encerrados en una carcel para esos delicuentes. Los establecimientos en los que se produjeran esos delitos, cerrados para siempre para la actividad que estan autorizados.
Habra por ahi quien diga, joder este es un facha de la ostia,
joder que duro, pero seguramente si se lo preguntamos a alguien que haya perdido un familiar por la pandemia, diria que deberia haberse tomado antes esta decision.
En fin problema duro, manos mas duras, de lo contrario, pues eso quicir