Hay pandemias que no se pasan. La de los ataques totalitarios a los señalados como enemigos del pueblo es una de las más resistentes en este trocito del mapa. Es imposible llevar la cuenta de las olas y los rebrotes. Ahora mismo estamos en la enésima andanada de paredes pintarrajeadas con las pedestres amenazas y bravuconadas de siempre. La novedad, si cabe, es que al spray se le ha unido como elemento de atrezzo el depósito de bozales. Y para que no quepan dudas, con firma, e incluso grabación en vídeo para su distribución como gran hazaña en las redes sociales.
Ernai, es decir, las juventudes de Sortu, es el nombre que aparece en la rúbrica. De entrada, es una muestra del sentimiento de impunidad de quien perpetra semejantes comportamientos. En el escalón siguiente está la falta de la menor reprobación por parte de sus mayores. “No estamos de acuerdo con las pintadas”, es todo lo más que ha llegado a salir de labios de algún representante de EH Bildu. Callan hasta los que presumían de llevar limpia la muda ética. Ojalá fuera sorprendente, pero tan solo es la triste constatación de lo que ya sabemos. Los que presentan un cutis más fino frente al fascismo rampante hacen la estatua —si es que no aplauden y jalean ardorosamente— ante las actitudes fascistas de manual de los cachorros de la manada.
Se podrían aplicar muchas frases hechas, como por ejemplo: «cría cuervos y te sacarán los ojos», «de padres gatos hijos michines», «eso va en los genes», pero tal vez no sería del todo justo. Quienes hacen estas fechorías, estas amenazas sin sentido, son ellos los principales responsables, aunque el ambiente en el que se desarrollan también ayude a ello.
Qué pena me da que estas nuevas generaciones de las pintadas y amenazas cobardes, no sean más inteligentes, más originales, y también más valientes, y lo que tengan que decir y opinar que lo hagan a la luz del día, a cara descubierta. Tal vez así sus mensajes pudieran servir para algo más que para incordiar y manchar paredes. Pero para cerrar con otra de las frases hechas: «cada cual es responsable de sus actos», incluido el «mirar para otra parte» y condenar de forma tan ramplona, que más que condenas, parecen aplausos, cuando no justificaciones.
Pues si éstos son las nuevas generaciones del abertzalismo puro, lo tenemos crudo.
Quienes resultan designados por sus mayores como los nuevos mantenedores de la llama independentista recorren insustancialmente un camino que no va a ninguna parte más que al sufrimiento propio y ajeno.Y los que les animan a hacerlo lo saben. Eso es cruel para todos.
Emociona ver que la vanguardia abertzale y los cuidadores del santo grial sepan manejar el spray reivindicativo, estamos salvados.
Llevan mucho odio inoculado
contra el PNV y contra todo el que no piense como ellos