Antifascistas muy fascistas

Aunque se le atribuye a Churchill, no fue el excesivo estadista británico sino alguna brillante persona anónima la que profetizó que los fascistas del futuro se llamarían a sí mismos antifascistas. Los nuestros, en concreto, que además le tienen que poner el toque vernáculo, se presentan como antifaxistak. Y tal cual han tenido el cuajo de firmar las vomitivas pintadas que han hecho en los centros de Bizkaia que acogen a refugiados ucranianos. Las fechorías que ellos consideran gestas incluyen una hoz y un martillo cruzados (cuyo significado no distinguirían del de una onza de chocolate) y la Z que los matarifes rusos han convertido en símbolo de sus masacres. Hace falta ser malnacido para plantarse en el lugar de acogida de quienes han tenido que escapar de su país con lo puesto y pintarrajear las consignillas del genocida. ¿Qué estaríamos diciendo (qué estarían diciendo estos mismos miserables) si algún tarado llenase de mierda islamófoba las paredes de albergues o pisos donde viven provisionalmente refugiados sirios?

Lo triste es que ni siquiera puedo decir que me sorprenda. Tenemos sobradas muestras de la perversidad de buena parte de los que, insisto, encima tienen los santos bemoles de presentarse como punta de lanza de la lucha contra la extrema derecha. En el caso que nos ocupa, la villanía y la amoralidad adquieren dimensiones cósmicas. Ya no es que miren hacia otro lado o que contemporicen. Qué va. Es que se dan el curro de hacerse con unos esprais y recorrer las calles en busca de los alojamientos de las víctimas de la carnicería rusa para hacerles saber que están con el causante de su tragedia. Ascazo.

Ayuso espera piedras en Gasteiz

No pierde su vigencia el clásico acción-reacción-acción. Con indisimulada alegría, la inefable presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, proclamó ayer en un sarao montado por Pedro Jota que por supuestísimo vendrá mañana a Gasteiz. “Van a intentar que no vaya y eso es imposible. El País Vasco es España. Flaco favor le haría a la libertad si me dejo imponer por los totalitarios”, se adornó la emperatriz de Sol. Se refería, como saben o imaginan, a la convocatoria de actos de protesta (también saben o imaginan a cargo de quién) contra la presencia de la simpar lideresa en la capital de la demarcación autonómica vasca.

Al final, todos contentos. Ella sentirá acrecentada su leyenda épica ante la gresca callejera en la que, con altísima probabilidad, no faltarán cargas de la Ertzaintza, lanzamiento de todo tipo de objetos contundentes y abundantes destrozos del mobiliario urbano. En la contraparte, los partisanos de aluvión creerán haber protagonizado una nueva acción de resistencia contra el ultraliberalismo fascista opresor que representa la individua. Como banda sonora del cansino psicodrama, propongo al añorado Aute pidiendo que se casen los troyanos y los tirios porque son tal para cual. Bien es verdad que, en el caso que nos ocupa, cabe un matiz. Ayuso es perfectamente consciente de que sus odiadores (y mejor cuanto más violentos sean) van a trabajar por su causa y no lo disimula. Los de enfrente, sin embargo, ni son capaces de caer en la cuenta de que la supuesta extrema derecha que ellos pretenden combatir (o dicen que pretenden combatir) saldrá reforzada del envite.

Cachorros desatados

Hay pandemias que no se pasan. La de los ataques totalitarios a los señalados como enemigos del pueblo es una de las más resistentes en este trocito del mapa. Es imposible llevar la cuenta de las olas y los rebrotes. Ahora mismo estamos en la enésima andanada de paredes pintarrajeadas con las pedestres amenazas y bravuconadas de siempre. La novedad, si cabe, es que al spray se le ha unido como elemento de atrezzo el depósito de bozales. Y para que no quepan dudas, con firma, e incluso grabación en vídeo para su distribución como gran hazaña en las redes sociales.

Ernai, es decir, las juventudes de Sortu, es el nombre que aparece en la rúbrica. De entrada, es una muestra del sentimiento de impunidad de quien perpetra semejantes comportamientos. En el escalón siguiente está la falta de la menor reprobación por parte de sus mayores. “No estamos de acuerdo con las pintadas”, es todo lo más que ha llegado a salir de labios de algún representante de EH Bildu. Callan hasta los que presumían de llevar limpia la muda ética. Ojalá fuera sorprendente, pero tan solo es la triste constatación de lo que ya sabemos. Los que presentan un cutis más fino frente al fascismo rampante hacen la estatua —si es que no aplauden y jalean ardorosamente— ante las actitudes fascistas de manual de los cachorros de la manada.

Gernika: no olvidar

84 años del horror de Gernika. Todavía ayer, día del aniversario, tuve que leer a un imbécil con la matraca de que la culpa fue del deficiente servicio de bomberos del Gobierno vasco de la época. Y a otro que deslizaba que era mucha casualidad que hubieran quedado en pie la Casa de Juntas y las fábricas de armas. Por no mencionar al zascandil con título de historiador que se montaba un ejercicio de onanismo mental sobre no sé qué del cuadro de Picasso y los malvados nacionalistas.

No están los tiempos para entregarse al lujo del olvido. Si frecuentan estas líneas, saben que no soy dado a las exageraciones ni a los toques a rebato. Ni por asomo temo una reedición de la guerra incivil, pero tengo ojos en la cara y un par de orejas a los lados. Veo y escucho a un puñado de hijos de Satanás que tienen como sueño húmedo la vuelta a las andadas. Unos, para volver a ganar y otros, mucho me temo, porque tienen las tragedias ajenas como inspiración para sus tuits heroicos y grandilocuentes. Siempre a cubierto y libres de sus consecuencias, faltaría más.

En nombre de las víctimas de ese día, de los previos y de los posteriores —más de cuarenta años duró la represión franquista—, debemos conjurarnos para mantener viva la memoria de lo que ocurrió aquel infausto lunes de mercado en la villa foral.

Revuelta de patanes

Qué noche la de aquel miércoles, 6 de enero de 2021. La realidad se volvió indistinguible de una serie de Netflix. Desde nuestra calentita casa, en pijama y con bata de franela, pudimos clamar a través de Twitter contra el fascismo que, a un océano de distancia, había tomado la forma de una psicotrópica ocupación del Capitolio de Washington. Si no fuera porque el asunto era muy serio, tendría su punto de guasa ver cómo las arengas más encendidas provenían de los mismos especímenes que jalean grescas callejeras y, metiendo el dedo en la llaga que tanto jode, tienen amplia bibliografía presentada de instigaciones a asediar instituciones elegidas democráticamente. Es la lección que anoté de urgencia, también yo con mi chándal casero: violentar un parlamento constituido por sufragio universal es una intentona golpista.

¿Lo aprenderemos para el futuro? Ya sé que no. Fascistas siempre son los otros. Falta les hace a algunos un espejo en el que verse reflejados en los protagonistas de esta revuelta de peligrosos catetos recalcitrantes alentada por el más peligroso aun caudillo del pelo naranja. Me consta que hay quien teme que la carnavalada siniestra tendrá decenas de réplicas en las próximas semanas. Por una vez, soy optimista y creo que es el penúltimo estertor del tifus trumpista. O quiero creerlo.

Robles, a lo Abascal

El hábito hace al monje y la cartera hace al ministro. A la ministra, en el caso que nos ocupa. Menuda transfiguración, la de Margarita Robles desde que juró el cargo como titular de Defensa en el gobierno español. De comparecencia en comparecencia, de declaración en declaración, se le van poniendo unas formas castrenses que empiezan a asustar. De seguir la escalada dialéctica, no descarto ver a la (tenida por) muy progresista magistrada soltando filípicas patrióticas en una refundada Radio Requeté.

Me dirán que exagero, pero ahí le anduvo ayer en el Congreso en su respuesta a una pregunta bastante facilita del diputado del PNV Joseba Agirretexea. Como unos cuantos millones de ciudadanos fusilables, el representante jeltzale quería saber si el Gobierno tenía la intención de poner freno a la seguidilla de regüeldos fascistoides de distintos uniformados en activo o jubilados. Ojo, que hablamos desde bravuconadas por guasap a incitación a un golpe de estado, pasando por cánticos franquistas. Robles tenía a huevo quedar de cine prometiendo meter en cintura a los nostálgicos. En su lugar, optó por abroncar a Agirretxea tachándolo de nacionalista excluyente y media docena de excesos verbales del pelo y por una explosión de elogios desmedidos a las milicias hispanas. Hasta Abascal tuvo ganas de aplaudir.

Casposos de la XIX

Supongo que debería indignarme, pero al intentar poner gesto de cabreo, me entra la risa floja y no puedo parar de descuajeringarme vivo. Qué tropa, literalmente, los de la XIX promoción de la Academia General del Aire del ejército español, que andan intercambiándose bravuconadas en un grupo de guasap con hedor a abrótano macho, caspa y sobaquina. “No queda más remedio que empezar a fusilar a 26 millones de hijos de puta”, teclea con ardor guerrero y vaya usted a saber después cuántas dosis de Sol y Sombra, un generalote retirado que atiende por Francisco Beca. Otro milico desaforado, un tal coronel Andrés González Espinar, se lamenta: “Qué pena no estar en activo para desviar un vuelo caliente de las Bárdenas [sic] a la casa sede de estos hijos de puta”. Se refiere el espadón, como habrán imaginado, a los rojoseparatistas que —¡a su muy hondo pesar!— gobiernan porque así lo han querido los votos en el Estado español.

Busquen por ahí los cruces de regüeldos porque, salvo que tengan la querencia por tomarse en serio a quienes no se debe, pasarán un rato entretenido y obtendrán el retrato a escala de las jamás depuradas fuerzas armadas del Reino de España. No les sorprenderá que varios de los biliosos uniformados firmaron la famosa carta de apoyo a Felipe VI plagada de fascistadas sin cuento. País.