Robles, a lo Abascal

El hábito hace al monje y la cartera hace al ministro. A la ministra, en el caso que nos ocupa. Menuda transfiguración, la de Margarita Robles desde que juró el cargo como titular de Defensa en el gobierno español. De comparecencia en comparecencia, de declaración en declaración, se le van poniendo unas formas castrenses que empiezan a asustar. De seguir la escalada dialéctica, no descarto ver a la (tenida por) muy progresista magistrada soltando filípicas patrióticas en una refundada Radio Requeté.

Me dirán que exagero, pero ahí le anduvo ayer en el Congreso en su respuesta a una pregunta bastante facilita del diputado del PNV Joseba Agirretexea. Como unos cuantos millones de ciudadanos fusilables, el representante jeltzale quería saber si el Gobierno tenía la intención de poner freno a la seguidilla de regüeldos fascistoides de distintos uniformados en activo o jubilados. Ojo, que hablamos desde bravuconadas por guasap a incitación a un golpe de estado, pasando por cánticos franquistas. Robles tenía a huevo quedar de cine prometiendo meter en cintura a los nostálgicos. En su lugar, optó por abroncar a Agirretxea tachándolo de nacionalista excluyente y media docena de excesos verbales del pelo y por una explosión de elogios desmedidos a las milicias hispanas. Hasta Abascal tuvo ganas de aplaudir.

Constitución oxidada

No recuerdo un aniversario de la Constitución española más aguachirlado que este último. Y no solo por la pandemia, que nos ha ahorrado el ágape y los corrillos de rigor. Todo ha sido herrumbroso, como los sables que se agitan estos días en cartas, manifiestos y grupos bravucones de guasap. Qué gracia, por cierto, pensar que estos militarotes nostálgicos del bajito de Ferrol se reclamen como los últimos valedores de la llamada Carta Magna. Ya no se acuerdan los decrépitos uniformados lo poco que les gustó el texto en los días en que fue promulgado. Al final, parece que han acabado asumiendo, como la mayoría de los actuales palmeros de la cosa, que de todos sus artículos, los únicos que cuentan son los que proclaman la sagrada unidad de la nación española.

Por lo demás, no deja de resultar digna de alborozo la lista de los ausentes en los fastos. A los malvados que han convertido en tradición no estar en el cumpleaños se unieron esta vez la derecha ultramontana (lean Vox) y esa nadería que atiende por Ciudadanos. El PP del zigzagueante Casado —¡ahora dice que representa a los socialdemócratas!— no tuvo narices de faltar. ¿Y qué me dicen ustedes de los presentes en primer tiempo de saludo? Porque es verdad que el PSOE siempre ha estado, pero el entusiasmo de su socio, Unidas Podemos, mueve a la… ¿risa?