No es difícil coincidir con parte de las palabras del viceconsejero de Seguridad, Rodrigo Gartzia, sobre las imágenes de dos matones alevines pateando a un crío de trece años mientras un tercero inmortalizaba la escena con su móvil. Efectivamente, estremecen, duelen y merecen condena. Encuentro, sin embargo, más matizable, por no decir directamente discutible, la apostilla que sostiene que el vídeo demuestra que “las instituciones, las familias y la sociedad en general tenemos mucho trabajo por delante”. En la lógica puramente comunicativa, entiendo la declaración a modo de comodín. Es lo que tiene que decir un representante público. Pero como yo no lo soy, discrepo. Sobre todo, por lo que toca a las familias y a la sociedad en general. Serán, en todo caso, unas familias muy determinadas las que tengan que afrontar ese trabajo. Y si procede esa salvedad, con bastante más motivo cabrá rechazar la atribución de las culpas individuales a toda la sociedad.
Que no, a ver si nos entra en la cabeza. La sociedad no es la culpable. Ni tampoco los videojuegos, ni las series, ni TikTok. En primera instancia, los culpables son los niñatos que golpearon y humillaron al chaval y, no contentos con ello, difundieron la grabación. Pero inmediatamente después, la culpa alcanza, no a todo el cuerpo social, insisto, sino a una parte, generalmente de la élite política y opinativa, que ampara (por no decir que promueve) este tipo de comportamientos. Si estos criajos actúan como actúan es porque se saben protegidos por un colchón de valores y leyes que establecen que los actos no tienen consecuencias. Ese es el problema.
El que la hace la paga. ¿Se nos ha olvidado esto?
Con tanta protección del menor, con tanta justificación de sus actos, con tanto culpabilizar a la sociedad en su conjunto, lo que estamos consiguiendo es que algunos menores se sientan impunes, y libres de toda responsabilidad.
Si un menor, en una actividad propia de su edad, comete algún delito, bien que se tenga en cuenta su condición de menor, pero si lo que hace y la intención con que lo hace, no es propio de su edad, entonces que se le juzgue y condene en función del delito cometido.
Otra cosa será cómo se aplica en estos casos, la función reeducadora necrsaria para su reinserción social, teniendo en cuenta, en esto sí, su edad.
«Es que no hay que legislar en caliente», dijo aquel ante la descarnada realidad de los violadores , torturadores y asesinos de aquella pobre cria, Sandra Palo, hace ya varios lustros.
Y desde entonces hemos asistido entre escandalizados y amodorrados a un sin fin de tropelías de diversa gravedad, todos realizados por menores (que alguien tendrá el cuajo de decir que de familias desestructuradas)-
Pero una menda, que ha pasado como tantas personas de la incredulidad al cuasicinismo, lo que piensa es que la única desestructura que le veo el asunto es que muchos de estos cabronazos alevines proceden de familias mantenidas por, entre otras, sus víctimas.
Y también comparto contigo, Vizcaino Jauna el rechazo frontal a ser incluida en esa nebulosa cobarde de «la sociedad es responsable».
Insértese aquí el exabrupto, maldición, juramento y blasfemia que se considere conveniente, pero que se enteren de una vez nuestros politicuchos perpetraleyes que la legislación tiene que servir a la sociedad real, no a la imaginaria.
Somos una sociedad que se va por el desague. Por la devaluación trágica de la responsabilidad por una parte y el auge desbocado de los «derechos» por otra. Entre otras muchas cosas.
Estoy de acuerdo con el fondo del comentario en que existe una permisividad y protección sobre el infractor del mal y exculpación de la clase dirigente cargando sobre «la sociedad», así en abstracto. Los culpables tienen cargos, nombre y apellidos, y les pagamos todos para que esto no ocurra.
Sin embargo, eso es desde el lado de las consecuencias, pero otra cosa es la prevención de las causas: Discrepo en que una mayor incidencia en las consecuencias de la infracción vaya a minorar los casos de abusos, tanto escolar como sexual. El comportamiento no responde a una perspectiva de castigo o su ausencia. Creo, por el contrario, que las acciones violentas en personas en formación reflejan una carencia en esa formación de valores sobre el respeto a lo ajeno o a lo comunitario, de lo cual sí somos responsables (legisladores, familias, sistema educativo y medios audiovisuales)
Hay una cuestión ética en no apalizar al compa de clase que te cae mal. El no hacerlo, aunque te apetezca, es algo más que evitar un castigo o una vida quebrada por el reformatorio o la cárcel. Es un acto que ensucia al que lo comete. Y esto hay que metérselo en la mollera como las ecuaciones de segundo grado, o la obligación de hacer la cama o recoger la mesa en casa.
Eso creo que es lo que falta en la educación, que, si no nos hemos enterado, para los chicos está en el ocio, y no en la educación reglada o en las obligaciones doméstico-familiares. El adolescente traga como una esponja lo que le venga por un medio escogido por él y no por el que está obligado. Por eso el ámbito familiar y académico debe compensar o tamizar lo recibido a través del ocio.
La expresión del viceconsejero creo que se refiere más a la necesidad de compaginar la imprescindible libertad de expresión de los medios con el establecimiento de unos valores éticos que prevengan la existencia de estos salvajismos. La educación de los chicos debe rechazar todo tipo violencia y de abuso sobre el débil, pero sin censuras ni limitaciones a la libre creación audiovisual.
No debe ser la solución el miedo a la represión, aunque ésta deba existir.
El rechazo moral del propio autor debería ser el objetivo, porque, además, evita el daño en el abusado.
A ver como lo hacemos.
La calle siempre ha sido así o incluso peor ,la diferencia es que ahora se graba y se publicita todo .
Matones ha habido siempre y por desgracia seguirá habiéndolos porque no todo el mundo es bueno . Quiero creer en la reinserción pero me resulta difícil.