Después de asistir con cierto interés a las declaraciones de los principales testigos del juicio por el procés, me descubro ante la capacidad para el retrato de esa especie de mesa camilla desde la que los interpelados han tenido que responder a las preguntas, no siempre bienintencionadas, de las diferentes partes. Como tituló certeramente Manuel Jabois, en su turno, Mariano Rajoy resultó Marianísimo, es decir, pura esencia de sí mismo. Pero el zigzagueante expresidente español no fue el único. Cabe decir algo muy similar de Soraya Sáenz de Santamaría, que jamás se moja ni bajo el chorro de la ducha, o del cada vez más taimado Artur Mas, que está con y contra o contra y con, según se mire. Ídem de lienzo respecto a Gabriel Rufián, que se autointerpretó con tal precisión que era imposible distinguirlo del original, o sea, de su caricatura.
Y, por lo que nos toca más cerca, la afirmación vale también para el lehendakari, que en ese ínfimo pupitre resultó cien por cien Urkullu en fondo y forma. Con su tono de diario, ese que hace que a los pentagramas les sobren rayas, desgranó concienzuda y minuciosamente los hechos, de modo que la épica de los contendientes soberanistas y unionistas quedó reducida a la casi nada. Medió porque se lo requirieron desde Catalunya, pero también porque se lo solicitaron desde la Moncloa de entonces, al modo rajoyano, sin pedírselo expresamente. Estos y aquellos, por inflamados que estuvieran los discursos, querían evitar encontrarse en el callejón sin salida del enfrentamiento en bucle. Hubo un momento en que casi se consiguió. Pero a alguien le temblaron las piernas. Y se acabó.
Cada vez me sucede mas algo que era impensable hace un tiempo. En chats con amigos de Madrid y otras partes de España, con gente del trabajo también de otras latitudes..cada vez hay más gente que se descuelga con un «ya nos podíais gobernar vosotros» (en alusión a los vascos) o con piropos hacia Aitor Esteban tras alguna intervención en el Congreso («la verdad es que les da mil vueltas al resto» y cosas así).
Uno, que no es ni por asomo del pnv, no puede dejar de sentir cierto orgullo.
Lo de ayer fue muy obvio.
Rajoy volvió a mentir (eso que hizo es mentir) ante un alto tribunal. En su anterior comparecencia hace unos meses la propia sentencia dijo que el tribunal no creía una palabra de su testimonio, que no era creíble. Ayer..idem.
Lo de Zoido…rozó el patetismo. El parece que fue espectador (y hasta me lo puedo creer de semejante incompetente), que no decidió nada. Balones fuera y responsabilidad de otros.
Urkullu dio datos, dijo la verdad, claro, conciso, sin rodeos.
Ahora que Casado anda acusando a los demás de deslealtad al Estado…ayer el único que mostró lealtad y respeto por el Tribunal y , por tanto, por el Estado, fue Urkullu.
¿Es leal Rajoy cuando miente siempre ante el TS? ¿O Zoido cuando descarga su responsabilidad en sus subordinados y en las FSE?
Porque además la lealtad de Urkullu al Estado (la prueba es que hoy se la reprochan desde el editorial de Gara) es más evidente cuando trató de que no se produjera esa DUI. Hizo lo que pudo para que se mantuviera el orden constitucional. Siendo abertzale él. Más lealtad que esa…
Oyendo y leyendo a unos y a otros (incluido al testigo ejemplar) me sigo preguntando: por qué lo bueno era evitar la DUI y el 155? Para los soberanistas la hoja estaba marcada, y las elecciones convocadas por Puigdemont eran acabar con el procés y revolcón en las urnas. Vuelta a la casilla cero cuando la apuesta por la independencia era clara. Pues no, amigos de la estabilidad con interés propio, ajeno a la Cataluya harta, el de Girona hizo lo que procedía, le guste o no al español, o le convenga o no al vasco formalito y fiel al Estado.