Como hacen los compañeros que informan desde el epicentro de la bronca en Catalunya, habrá que empezar poniéndose el casco. Bien sé que no me libraré del mordisco de los que en lugar de chichonera llevan boina a rosca, pero por intentarlo, que no quede. Efectivamente, queridas niñas y queridos niños del procesismo de salón, no hay nada más violento que meter en la cárcel por la jeró a personas que, con mejor o peor tino, solo pretendían hacer política. Una arbitrariedad del tamaño de la Sagrada Familia; lo he proclamado, lo proclamo y lo proclamaré.
Y hago exactamente lo mismo respecto a la brutalidad policial. En la última semana hemos visto un congo de actuaciones de los uniformados autóctonos o importados que deberían sustanciarse con la retirada de la placa y un buen puro. Es una indecencia que Sánchez, Marlaska y demás sermoneadores monclovitas en funciones no hayan reprobado la fiereza gratuita de quienes reciben su paga para garantizar la seguridad del personal y no para dar rienda suelta a su agresividad incontenible.
¿Ven qué fácil? Pues lo siguiente debería ser denunciar sin lugar al matiz a la panda de matones que siembran el caos y la destrucción. Curiosa empanada, la de los eternos justificadores —siempre desde una distancia prudencial— que pontifican levantando el mentón que ningún logro social se ha conseguido sin provocar unos cuantos estragos para, acto seguido, atribuir los disturbios a no sé qué infiltrados a sueldo del estado opresor. La conclusión vendría a ser que debemos el progreso a esos infiltrados. Todo, por no denunciar lo que clama al cielo, amén de beneficiar a los de enfrente.
Pero es que es así; ningún logro social relevante se ha conseguido sin violencia; y no solo en el pasado sino en el más reciente presente; ahí mismo tienes en la vecina civilizadísima Francia los pifostios que montaron los chalecos amarillos para acabar obligando a Macron a ceder. ¿Lo hubieran conseguido solo con manifestaciones pacíficas?.
Coincido en general con lo que dice el artículo… salvo en lo que señala en el principio: esa frase de que (la condena) es una arbitrariedad como la Sagrada Familia, ratificada por los distintos tiempos verbales.
En este punto, me acojo al interesante tema de que los delitos a castigar duramente son básicamente el matar o robar; dejando fuera los económicos (postura del conservadurismo clásico, que no concibe que estafar, alterar el precio de las cosas, etc también debe ser castigados); y, desde el otro extremo, de que sólo hay que castigar con todo el rigor los delitos económicos, considerando que el culpable de los robos u homicidios no es el ladrón u homicida, sino la sociedad que le joroba (postura de la izquierda más recalcitrante).
Pues no. Delitos son unos y otros, ya que se protegen bienes jurídicos diferentes. Y en el caso que nos ocupa, el ciscarse en el principio de legalidad en las jornadas del 6 y 7 de septiembre de 2017 en el Parlament de Cataluña o bien alterar el orden constitucional convocando una consulta donde no hay ni censo, podían votar mayores de 16 años, etc también entiendo que merece un reproche penal.
Otra cosa es que ya desde hace un tiempo se pensase desde filas independentistas (porque aquí nada es casual ni espontáneo, además de que creo que todo se reduce —como casi siempre en la Historia– a una cuestión de ejercer el poder y disponer de $ –recuérdese Jordi Pujol, su hijo Oriol & Cia–) que con el ordenamiento jurídico español actual, y en particular el Código Penal de 1995, una «revolución de sonrisas» no pudiera ser perseguida penalmente y pudiera, pues, alcanzar su objetivo. El problema de este argumento es, creo, qué ocurre si en manifestaciones convocadas por la causa, te surgen al final elementos incontrolados que empiezan a quemar contenedores, arrojar adoquines y tuercas o a destrozar coches. Los organizadores –es muy humano– se desmarcarán, por la cuenta que les trae y porque les parte por la mitad todo el argumentario, e incluso se ampararán en la muy endeble excusa de que esos señores son «infiltrados» (!), pero la responsabilidad existe: quien convoca la manifestación es responsable de lo que pase en ella.
Y otra cosa importante es si el Tribunal Supremo ha retorcido el tipo del delito de sedición para que encajara en la conducta de los procesados. Ahí entiendo que sí que pueden surgir dudas.
Por último, aunque esté en catalán y quizá cueste leerla para el que no conozca el idioma, recomiendo de todas todas la entrevista que el portal Vilaweb, abiertamente independentista, realizó a Xavier Melero, abogado de Joaquim Forn. Como verán el periodista practica un tipo de entrevista agresiva (es su estilo), y el letrado (el mejor de todas las defensas) asevera, entre otras cosas: a/ que el juicio ha sido justo; b/ que la sentencia es injusta; c/ que no son presos políticos y d/ que él llevó a cabo una defensa técnica y no política. No se la pierdan: https://www.vilaweb.cat/noticies/entrevista-xavier-melero-sentencia-proces/
Amigo Javier, empiezo a pensar que te gusta la polémica… No sé de qué sacas que los procesistas de salón (en cuyas filas milito gustoso sin abjurar del adoquín) tenemos que justificar la violencia para dejarte a ti la magna equidistancia. Ahí va: CONDENO LA VIOLENCIA producida en las calles de Catalunya, la de TODOS, sean los propios independentistas, imberbes o talluditos, sean antisistema, sean infiltrados italianos o mesetarios, sean los fachas… o sean los muxus venidos arriba, como se ve en los vídeos. Te diré más, Torra no ha estado a la altura en la gestión de la setmana del foc…Vale? Pues eso, que tú también te puedes quitar el casco.