Un tipo que lleva la mascarilla a la altura de la generosa papada emite un horrendo sonido gutural, se arranca un gargajo del nueve largo, y lo estrella contra el pavimento. ¿Le digo algo? Qué va; no soy un policía de acera.
Unas horas más tarde, a la salida del súper, otro mengano se despoja de los guantes de plástico e, ignorando la inmensa papelera que hay junto a la puerta del establecimiento, deja que se los lleve la brisa. ¿Le digo algo? No; no soy un policía de acera.
Y lo mismo, con la individua que se baja el tapabocas para estornudar en medio del autobús, el gañán con la higiénica en el codo que va repartiendo su humo fétido por un paseo concurrido, el runner miserable que, no contento con ir a morro descubierto, no lleva camiseta y va esparciendo todo tipo de fluidos sobre los viandantes. No digamos ya con la cuadrillita de adolescentes que, sin cumplir ni media de las presuntas normas obligatorias, se pasan los cachis y los petas bien embadurnados de saliva mientras, para colmo, llenan de mierda el césped.
Uno de los aprendizajes más terribles de la pandemia es que para la flor y nata de la conciencia social más avanzada, esos que nos miran con suficiencia, estos comportamientos no solo no son insolidarios o directamente ruines, sino que resultan sanos ejercicios de libertad. Y chitón.
Y, sobre todo, no nos engañemos, admitamos de una vez que son comportamientos muy generalizados, yo diría que mayoritarios. Quizás no casos tan gráficos y haya gente que guarda las apariencias pero asumamos de una vez lo que ya estaba bastante claro; eso de que la pandemia iba a sacar lo mejor de nosotros…tururú.
En una situación muy potente emocionalmente, desconocida, nos dio por hacer un poco el paripé saliendo al balcón a hacer peformances pero tardamos muy poco en mostrarnos como somos; superficiales, hipócritas, mezquinos, mimados, ruines, irresponsables, insolidarios, tramposos, flojos…
Por cuestiones profesionales, pude ver cómo intentaban organizar la reapertura en grandes superficies comerciales y sus responsables me cuentan las furiosas reacciones de la gente por tener que andar unos metros más y no poder salir por la puerta más cercana al lugar donde tenían el coche, las discusiones y hasta peleas en las colas de las tiendas, la indignación de los empleados (empleadas en la mayor parte de los casos) porque salir a fumar por una zona algo más alejada les suponía unos 40 segundos de su descanso reglamentario de 15 minutos (con intervención hasta del Sindicato)…y no tengo dudas de que todas esas personas aplaudían emocionadas en los balcones.
El domingo un chico de estos que cuidan los accesos de las playas, se comía una histérica bronca de una señora porque no se le dejaba acceder al arenal. Indignadísima.
En Lleida, en el momento de las contradicciones entre la Generalitat y la jueza, entrevistaban a la gente por la calle y estaban indignados porque no sabían a qué atenerse, porque no les decían qué se podía hacer y qué no. Y mientras tanto…todos en los bares y en las calles; «que se pongan de acuerdo y nos nos vuelvan locos».
Y eso que la cosa estaba clara; la petición y recomendación era la de quedarse en casa. Y no era más que recomendación por una discusión técnica competencial, pero lo que la ciudadanía tenía que hacer estaba claro.
Pues nada; la propia ciudadanía pide la orden, la prohibición y la coacción de la sanción. Si no….se la pela; a las calles.
Como para que algunos sigan diciendo que se debe apelar a la responsabilidad, sin sanciones ni prohibiciones «fascistas».
Merendero de Mendialde en Ortuella: Desde el ayuntamiento se puso cita previa para ocupar mesas numeradas,campa, asadores, y así poder controlar la asistencia de personal, al parecer había gente que les molestaba que los gitanos las ocupasen como venían haciendo antes de este año y que a nadie le preocupaba, pues bien, a pesar de eso acaba todos los días como un verdadero estercolero y paraíso matinal de gaviotas . Primero por los cerdos y guarros que somos los payos y por la inacción de los responsables de hacer cumplir que quede todo recogido.
La suciedad es la mejor aliada de la pandemia y a nadie le extrañará que viendo como la alimentamos con todas esas guarradas y posturas incivícas haya venido para quedarse por mucho tiempo y llame a más colegas.
La propagación del virus es aún un misterio.
La propagación de la imbecilidad también.
Sería bueno conocer diariamente el número de infectados por la enfermedad física y por la mental.
Podríamos establecer así un índice de porcentaje de cretinos sobre la población total.
Por la calle San Isidro de Bilbao baja cada mañana un buen número de MENAS procedentes de algún centro de acogida.
El 95% de ellos no llevan mascarilla. Eso es un hecho. No está sujeto a ninguna opinión propia.
Cuando haya un rebrote guapo, pero de verdad, publica de nuevo el artículo, a ver si alguno de esos seres superiores se cae del puñetero guindo.
Javier . Pues ya sabes , al próximo que entrevistes y te loe y ensalce » el comportamiento excepcional y solidario de la sociedad , juventud , etc, etc, » mándale a tomar ……. . No sé si hay algún estudio sobre el nº G , % de gilipollas que pueden joder un proyecto un plan , un barrio , etc, pero lo que me da miedo es el poso que nos deja . Empezamos a pedir mano dura y generalmente a los partidos con » sentzun «, con » ganora «, les tiemblan las piernas y los que se ofrecen son los de la porra
Y además de todo cuanto dice Javier en su artículo, yo tengo una gran duda: ¿sirven para algo muchas de las mascarillas, de todos los colores, dibujos y formas, que vemos que utilizan muchas personas?
Recuerdo que al comienzo de la pandemia, se habló que una cierta certificación de efectividad en las mascarillas que las institucionrs compraban, dónde y cómo podían. Incluso se criticó mucho que alguna de estas compras no tenían la certificación correspondiente. Es decir que nos engañaron como a chinos, por los chinos de verdad.
Pues bien, ¿alguien certifica la efectividad de tanta mascarilla como estamos viendo?
Y por hacer unas preguntas más directa: ¿sirven para algo?
¿O es pura apariencia?. ¿O estamos en unos carnavales retrasados en el tiempo?
Lo que creo que nos pasa Javier es que los derechos son «cosas» conseguidas a través de siglos de luchas mientras que las obligaciones……, las obligaciones son cosas de viejos que las entienden porque vivieron una dictadura.
Como cada vez quedan menos viejos de los de la dictatura, cada vez hay menos gente que entiende lo que significa la palabra obligaciones como antónimo de libertad.
Ello debido a que estos «viejos» lo pasaron tan mal entonces, cuando había obligaciones pa’to, que no quisieron enseñar sus experiencias a sus vástagos más allá de meras reseñas en batallitas de abuelo.
Por ello cada vez hay mas gente que solo entiende de derechos y no quiere ni saber ni conocer nada de obligaciones porque las obligaciones son viejunas, carcas y les recuerdan a malos tiempos dictatoriales vagamente explicados.
Viva la Libertad.
(…..jo que mal cuerpo que se me ha quedado con esta reflexión….)
Yo me debato entre el «bueno, algo avanzamos , se han logrado cosas»…y el «somos gilipollas»
Los políticos que tenemos son representación de lo que somos, ni mas ni menos. Estoy harto de esa cultura de la «anti-politica» que dice que los políticos son lo peor…cuando son exactamente como nosotros…nimánimenó.
¿Somos así por naturaleza o por «constructo social/del sistema»?
Esa es otra cuestión.
Aitor hace un buen dictamen sobre derechos y obligaciones.
El pasado domingo a las 23 horas, proximidades del Parque de Echevarría.
Botellón cretino y ruidoso. Algunos vecinos llaman a la Policía Municipal, que como van todo el rato en coche ven poco y no se habían enterado.
Se presentan allí y son recibidos con abucheos, botellazos e insultos.
No pasa nada, ningún detenido, ningún identificado.
Conclusiones
Los retrasados del botellón no entienden de responsabilidades ni de respeto a la policía municipal.
La policía municipal impone muy poco respeto a este tipo de gente. Cada vez menos.
Si hubieran estado insultando al rey se les habría disuelto a hostia limpia por la policía vasca y un par de detenidos o tres ya hubiera habido.
El consumo de alcohol en la calle sin pagar por ello es una de las conquistas sociales de la juventud. Olé qué revolucionarios!
¿Os acordáis cuando reabrir la economía iba a matarnos a todos? Si los brotes que estamos viendo y que, por cierto, estamos exportando (se sospechaba de antes, ahora es seguro que está ocurriendo, mismamente a León) fueran achacables de forma directa a Mercedes, estarían pintarrajeando la fábrica y llamando asesinos a sus dueños.
Pero como es ese pueblo tan sabio, sobre todo esa juventud que «levantará el futuro que se le niega», no se debe mencionar. Por cierto, que yo más bien diría que es perfectamente capaz de negarse a sí misma el futuro estudiando cosas sin salida (la FP es cosa de «tontos» que estarán teniendo un sueldo en un par de añitos), bebiendo a lo bestia y haciendo el chorra.
Es que este tipo de comportamientos no deberían ser cuestión de civismo. Si hubiera potentes multas por ser cerdo (con perdón para los cerdos), el comportamiento de la gente sería muchísimo más cívica. La diferencia entre un cabroncete transgresor al que los chavales quieren parecerse y un idiota más tonto que cagar haciendo el pino es una multa de quinientos euros si te pillan. La ausencia de potentes castigos sitúa a las personas cívicas en inferioridad de condiciones frente a los marranos. Como unos sosos que no saben pasárselo bien, preocupados con sus mascarillas o a dónde tirar la mierda.
Al final somos como somos. No nos engañemos, ni nos creamos una sociedad educada. Podríamos mejorar pero iremos a peor. No tenemos remedio.
Yo creo que vamos a mejor, claramente avanzamos.
Luego nuestro papel de «abuelos cebolleta» contra la juventud…es algo habitual entre generaciones. No inventamos nada nuevo:
«»La juventud de hoy ama el lujo. Es mal educada, desprecia la autoridad, no respeta a sus mayores, y chismea mientras debería trabajar. Los jóvenes ya no se ponen de pie cuando los mayores entran al cuarto. Contradicen a sus padres, fanfarronean en la sociedad, devoran en la mesa los postres, cruzan las piernas y tiranizan a sus maestros».
Aristoteles año 500 a.d.c
Como ya he dicho en otro blog: Que suspendan a los positivos por covid de la fiesta de selectividad. Año perido, y el que viene volver a presentarse.
Esta gente no puede ser el futuro.
Lo de las mascarillas de diseño ya es de traca.
Adolescentes y pre-adolescentes sin mascarilla y con la mirada amenazante desafiando a ver quien es el guapo que les dice algo. Tremendo.
Los bares han sacado una mesas altas con taburetes altos a moso de terraza pero sin serlo. Conclusión: Las aceras intransitables. O pasas entre la gente que por supuesto no tienen puesta la mascarilla ya que están bebiendo y/o fumando y gritando, o te sales a la carretera.
Ayuntamientos que se achantan ante el poder de los taberneros.
Y hay muchos más ejemplos.
Yo creo Javi, desde el cariño que te tengo, que como gran periodista que eres, cuando tengas delante a algún responsable del Gobierno Vasco o de Diputación o respinsable municipal le pongas entre la espada y la pared todo esto que estamos comentando aquí.
La cosa pinta muy mal
Como he dicho alguna vez la necesidad y la efectividad de la mascarilla al aire libre es más que discutible, pero una vez que han puesto la norma hay que cumplirla.
Y no sólo son los comportamientos incívicos que denuncia Javier, que haberlos los hay. Tengo la sensación de que hay un porcentaje mucho mayor de gente que cree que lo hace bien pero tal y como lleva la mascarilla no sirve (o serviría) para nada. Taparse la boca y no la nariz, llevarla suelta sin apretar… Y no será porque no nos lo hayan repetido una y mil veces.
O cosas como las rayas en el suelo que ponen en muchos sitios para guardar las distancias. No creo que sea tan difícil entender lo de ponerse en una raya, pero por lo que veo sí que debe de serlo. O las flechas para ir en un sentido o en otro. Vale, que todos podemos tener un despiste y yo el primero, pero es que es mayoritario.