Paren las rotativas. El preparadísimo Felipe VI ha puesto bien firmes a los milicos tañidores de sables. Les ha dicho que la Carta Magna hispanistaní es el camino, la verdad y la vida. Bueno, no lo ha expresado exactamente así. En realidad, la frase literal del coronado es la que sigue: “La Constitución consagra el orden democrático y los deberes a los que todos estamos sujetos”. Y a partir de ahí, silbidos a la vía y glosas topicudas sobre el gran valor y la enorme entrega de los miembros de las Fuerzas Armadas españolas. O sea, absolutamente nada entre dos platos, que por otra parte, es lo que cabía esperar de un tipo que es exactamente lo que parece: el digno sucesor de su campechano y exiliado padre al que esta vez, por cierto, no le ha dedicado ni una coma del discurso pascual.
Sostiene la vanguardia progresí, incluida la que acampa en el Gobierno del Doctor Sánchez, que el tipo está cavando la fosa de la monarquía. La idea la repican desayuno, comida y cena sus cada vez más terminales mediáticas. Sin embargo, cuando uno acerca la lupa, no halla grandes signos de inquietud en el actual titular de la institución supuestamente amenazada. Por eso se permite sus opacos silencios ensordecedores o la difusión de mensajes de pata de banco como el de ayer. Mientras ladramos, él sigue cabalgando.
Vamos a ver, Javier, que ya sabemos que eres republicano, que cuando juegas al mus siempre vas a “chica”, por eso de no cargarte de reyes, pero reconóceme que, hubiese dicho lo que hubiese dicho “el preparado”, como tú dices, te hubiese parecido como mínimo insuficiente. La polémica actual en Hispanistan, si es que la hay , sobre la monarquia, está trucada: discutimos entre una monarquia “concreta”, con todos los vicios conocidos y acumulados a lo largo de años, o de siglos, contra una “republica” etérea, sin ninguna concreción, a la que podemos atribuir todas las virtudes y virtualidades que se nos puedan ocurrir. La historia de las diversas dinastías monarquicas españolas es, por decir algo, “azul oscura casi negra”, pero la historia de las dos republicas que nos hemos dado, tampoco es para echar cohetes.
Acertado el comentario de Enrique Santarén publicado ayer en DEIA sobre la pleitesía de la sociedad española y sus instituciones y medios hacia los militares, que no son sino simples funcionarios al servicio del estado.
La enorme reponsabilidad que les supone el estar armados no debe hacer sino extremar su absoluta neutralidad política en lo profesional y quien no la cumpla debería ser excluido.
La Pascua Militar española es un acto de pleitesía del rey hacia el poder militar y a la vez una confirmación del papel protector del ejército para con la monarquía, por encima de cualquier posible reivindicación social en su contra.