En cuestiones jurídicas no hay lugar para las matemáticas. Supongo que a la vista de decenas de decisiones anteriores que tiraban de las orejas al Estado español, dábamos por hecho que el Tribunal Europeo de Derechos Humanos dictaminaría que los jóvenes condenados por el Caso Altsasu fueron víctimas de un proceso judicial aberrante. Sin embargo, esta vez los magistrados han optado por no entrar siquiera a estudiar las alegaciones. El asunto se va al cajón y no hay más recorrido. Leo y escucho que este triste desenlace se debe a una cuestión de forma. No dudo que sea así, pero es una explicación que me sabe a consuelo amargo. Y lo mismo digo sobre la afirmación voluntarista que sostiene que, pese a todo, la sociedad vasca tiene una idea clara de lo que ocurrió y eso en sí mismo ya merece la pena.
Como escribía ayer mi compañero Joseba Santamaría, estamos ante el injusto punto final a una injusticia. Y también a un enorme despropósito. Utilizando una fórmula que no me convence nada, lo de aquella noche en aquel local es algo que jamás debió ocurrir. No fue una pelea de bar, pero muchísimo menos, un atentado terrorista. Ocurre que los denunciables hechos originales palidecen frente a desmesura de lo que vino después. El sector más fanático de la Justicia española, con el aliento de ciertas siglas y terminales mediáticas, buscaron (y lograron) dar un escarmiento ejemplarizante. El proceso se convirtió en un auto de fe moderno. Se pisotearon sistemáticamente las garantías de los encausados y las condenas finales fueron brutalmente desproporcionadas. Todo, en un estado que se dice, ¡ay!, de Derecho.
De los tribunales españoles, lo que cabía esperar; pero es profundamente descorazonadora la impasibilidad del tribunal europeo.
Se deberian pedir responsabilidades a quien presento las alegaciones fuera de forma. Para empezar.
Es lo que tienen los estados de deshecho .
Qué poco justos son quienes entre el fondo y la forma, dan más importancia a la forma que el fondo. Será legal, pero es injusto.
Pues que quieres que te diga, Javier. Yo estoy totalmente de acuerdo con tu análisis: “ lo de aquella noche en aquel local es algo que jamás debió ocurrir. No fue una pelea de bar, pero muchísimo menos, un atentado terrorista. Ocurre que los denunciables hechos originales palidecen frente a desmesura de lo que vino después. El sector más fanático de la Justicia española, con el aliento de ciertas siglas y terminales mediáticas, buscaron (y lograron) dar un escarmiento ejemplarizante.” Pero es lo que tiene la Justicia, que muchas veces es desconcertante. Creo que esto viene dado por el hecho de que ¡gracias a Dios! los tribunales tienen una muy diferente manera de enfocar estos asuntos que la llamada “opinión pública”. También pensaba yo que, vista la postura beligerante del TS en el tema de los INDULTOS a los procesados por el “proces”, los recursos presentados contra ellos podrían tener un recorrido judicial, pero ¡oh sorpresa!, han sido todos inadmitidos por “falta de legitimación”, con lo que aquí paz y después gloria. Hay que reconocer que, para ser un tribunal “FACHISTA”, a veces el TS se comporta de forma muy comedida. Nunca llueve a gusto de todos y, en los tribunales mucho menos. Como dice la maldición gitana: “pleitos tengas, y los ganes”.
Pues como con la ilegalización y la dispersión, Estrasburgo deja claro cómo lo ve un agente externo a todo este follón.
Si no es un retrato que nos agrade, quizá sea hora de que unamos los puntitos entre el permitir que asesinos confesos y no arrepentidos sean tratados como héroes y la justificación del linchamiento que se ha hecho con estos… individuos.
Patearon la cabeza a alguien que no podía defenderse. En el suelo. Ajá, qué angelitos. En mi nombre no hablan cuando dicen que la sociedad vasca los ampara. La única bondad que les habría dado es precisamente el acuerdo que los habría puesto en la calle en seis meses. Acuerdo sobre el que se mearon porque sus abogados (esos QUE SÍ aceptaron reconocer delitos cuando fue su turno, pensadlo un segundito) necesitaban mártires.