Siguen los ataques

Vamos ya para quince días seguidos de ataques a locales políticos, un domicilio particular y algún que otro objetivo. Salimos a una media de dos por noche, e incluso podemos añadir alguno a plena luz del día, como en el que se vivió en una unidad de Lurraldebus la semana pasada. Al primer bote, tanta reiteración y con semejante distancia geográfica da para reflexionar si estamos de verdad ante cuatro nostálgicos o nos enfrentamos a algo más organizado y con respaldo más numeroso. Inquieta cualquiera de las dos opciones. Si es la primera, porque un grupúsculo de chalados sea capaz de provocar estragos en puntos bien distantes con total impunidad. Si es la segunda, por razones obvias: echando mano de una palabra de uso extendido estos días, el rebrote va más allá de la anécdota.

Con todo, lo más terrible a la par que ilustrativo es la falta de rechazo contundente de la autotitulada izquierda soberanista. A fuer de ser sincero, no negaré que he escuchado a varios miembros destacados de EH Bildu expresando su reprobación. Casualidad, añado a continuación, que ninguno de ellos pertenezca a Sortu. De hecho, el máximo responsable del partido troncal y ampliamente mayoritario de la coalición ha regresado a la vieja y rancia letanía de la negativa a entrar en la rueda de las condenas estériles. Pues eso.

Diario del covid-19 (51)

“¡La sociedad vasca no está para elecciones!”, barritan al unísono los integrantes del equipo paramédico habitual. Sin embargo, parece ser que algunos de los más aguerridos de esa misma sociedad sí están para ir jodiendo la marrana en esta o aquella sede de los malvados partidos opresores, entre los que ya se incluye, qué despiporre, a Podemos. Desde que se abrió la veda de los tontos del culo con esprai, ha perdido uno la cuenta de los ataques perpetrados con nocturnidad y cobardía por memos ambulantes partidarios del asesinato que tienen las pelotas de llamar asesinos a los demás. Cierto, como determinada individua cuyo certificado de penales incluye la colaboración probada con una banda criminal. Sí, esa que, disfrazada de lagarterana con mascarilla y sin haber puesto una tirita en su pajolera vida, se dejó ver el otro día desgañitándose en un hospital.

Tan clamoroso como esos berridos es el silencio de los que ustedes y yo sabemos. Claro que también es verdad que resultan aun más vomitivos y autorretratantes los “pero es que…” añadidos a reprobacioncillas de tres al cuarto. Lo que está mal está mal. Se rechaza sin lugar a dudas. Ocurre, por desgracia, que nos conocemos lo suficiente y, como no nos chupamos el dedo, tenemos muy claro que esto va de reparto de tareas y de caretas. Y no cuela.