Se había quedado el fin de semana niquelado para una de esas pomposas comparecencias sabatinas o dominicales del señorito de Moncloa, pero en la hora en que tecleo, parece que no va a ser así. El caporal ha mandado a su chico colocado como candidato, el ya casi exministro Illa, a hacer una nueva exhibición de lo que mejor se le da, que es lo que, al fin, le hace tan buen cabeza de cartel: hablar mucho y no decir nada. Convirtiendo prácticamente en bella arte su divisa —ni una mala palabra, ni una buena acción—, el interino de sí mismo se pegó toda la rueda de prensa con el balón en el córner. Todo lo que llegó a medio anunciar, que es lo que ustedes habrán visto en los titulares, es que en un gesto de inconmensurable bondad, su benemérito gobierno quizá —pero solo quizá— se avenga a conceder graciosamente a las comunidades autónomas la facultad de adelantar el toque de queda.
¿Y si precisaran tomar otras medidas más drásticas? Ah, no, eso ya no. Da igual que la curva de contagios sea ya una pared vertical que diariamente pulveriza su propio registro, que las UCI estén a reventar o que vuelvan a morir personas por paletadas. Lo que impera, como viene ocurriendo desde el minuto cero de la pandemia, es el frío y desalmado cálculo de lo que conviene políticamente. Y esta vez toca hacer la estatua.