Por estos lares se entierra tan rápido como se encumbra. Muchos de los mismos que no hace ni nueve meses nos pronosticaban que Podemos se llevaría por delante el supuesto viejo orden han comenzado a pregonar el principio del fin de la supernova. “Se desinflan”, aseguran los adivinos de lance copiándose unos a otros la fórmula y apoyando sus sentencias en encuestas tan creíbles o increíbles como las que —insisto— apenas anteayer anunciaban el famoso asalto a los cielos.
Es innegable que en no pocas ocasiones, las profecías tienden a cumplirse a sí mismas. Máxime, si ello depende de un cierto número de seres humanos que se dejan acarrear de arre a so y de so a arre con despreocupación ovina y en la paradójica creencia, manda pelotas, de que están tomando las riendas de la Historia. Puesto que el milagro morado ha ido creciendo, no totalmente pero sí en buena medida, a partir de estas personalidades volubles y gregarias que van donde va Vicente, habrá que ver cuántos de los que se apuntaron alegremente se desapuntan con idéntica ligereza. En este sentido, parece cierto, y no deja de resultar divertido, que una cantidad reseñable de los primeros adeptos se han pasado a la nueva formación emergente, es decir, Ciudadanos. Y la prueba es que Iglesias Turrión ha empezado a atizar a Rivera con la parte gorda del zurriago.
Entonces, ¿eso es que, en efecto, se desinflan? Francamente, no me precipitaría con el augurio. Quizá el fenómeno haya perdido algo de fuelle, pero el 24 de mayo está a medio tiro de piedra. Bastará un par de campanadas (nada descabelladas) para que vuelvan a cambiar las apuestas.