Un asesinato sin salirse de la ley

No fue una anécdota sino una categoría. A Pedro Sánchez le bastaron treinta segundos para despachar su conmoción de copia y pega por el asesinato del pequeño Álex. En dos ocasiones, ¡dos!, en ese medio minuto de trámite el presidente del gobierno español situó el crimen en la localidad cántabra de Laredo y no en la riojana de Lardero, pese a que en las 48 horas anteriores no se había dejado de repetir con insistencia el nombre del municipio de 10.000 habitantes que limita con Logroño. Es lo que ocurre cuando la prisa comunicativa se mezcla con la ignorancia, la pereza, y la inercia porque un asesor o el propio interesado habían pensado que fingir unos pucheros puede procurar réditos políticos. Por si el teatrillo podía ser más infame, todo se quedó en manifestar la mentada conmoción y en el juego de los sinónimos, la consternación que había provocado el asesinato de una criatura. Ni una palabra de las circunstancias concretas en las que se produjo.

Claro que todo es susceptible de empeorar. Lo demostró el ministro de Interior, Fernando Grande-Marlaska, al que por esas ironías del destino, anteayer su agenda le había señalado un acto en capital de La Rioja. Quedan para los anales de la desvergüenza sus intentos de escurrir el bulto ante las inevitables preguntas y para la antología de la indecencia, lo que terminó farfullando. En lugar de pedir perdón y de reconocer que se dieron errores fatales, el juez en excedencia tuvo el cuajo de porfiar que “Todas las instituciones han actuado conforme al principio de legalidad”. O sea, que un depredador ha matado a un niño con arreglo a las leyes vigentes. Tremendo.

Un depredador en libertad

Leo en el diario El País que el asesino del niño de Lardero había disfrutado de 39 permisos penitenciarios “sin incidentes”. Me maravilla la omnisciencia del redactor. ¿Cómo sabe que no los hubo? Quizá simplemente no trascendieron. Es lo que hubiera ocurrido en esta oportunidad de no haber mediado el crimen. Una vez que se puso el foco, hemos sabido que en los días previos el depredador en libertad condicional había intentado secuestrar a otras criaturas. Me parece bastante razonable pensar que en la otra casi cuarentena de ocasiones el tipo, de nombre Francisco Javier Almeida López de Castro, pudo haber actuado exactamente igual sin que llegáramos a enterarnos. Sobraba la apostilla, por lo tanto. Pero claro, hay resortes que hacen saltar las malas conciencias progresistas con excusas no pedidas y/o vendas antes de tener la herida. Mientras, la extrema derecha se está dando un festín.

Vamos a ver si en las muy progresís cabezas entra que esto no va de enmienda a la totalidad al sistema de los permisos penitenciarios y a las progresiones de grado. Pero cansa ya, y mucho, el rollo redentorista que lleva a ponerse casi siempre a favor del criminal. El cagarro humano del que hablamos tiene acreditadas la violación y asesinato de una agente inmobiliaria navarra y una agresión sexual anterior. Es evidente de aquí a la Lima, y a los hechos basta remitirse, que el tipejo debería haber cumplido hasta el último día de condena que se le impuso, por mucho que en la trena “mostrara un comportamiento ejemplar”, como dice un funcionario, exhibiendo un brutal desconocimiento de la mente de los matarifes sexuales como el tal Almeida.