Hijo mío, no tuitees

Descarriado rapaz, dos puntos. Por tu culpa estoy que si me pinchan no sangro. ¡Tuitero! ¡Nos has salido tuitero! No podías haber hecho como tu primo Bernardo, al que le dicen ahora Beñat, que se metió en la ETA, no. O como el pequeño de la Trini, que está en Basauri porque atracó una farmacia. Qué va, tú siempre más y peor: ¡tuitero! Ya le dije a tu padre que ese esmarfon de los demonios o como se llame nos traería la ruina a casa. Todos esos aparatos son la peste, que se lo oí el otro día a un doctor muy listo en el programa de Ana Rosa. Os sorben la sesera a los jóvenes igual que la mopa de la teletienda agarra el polvo y ya ni sois personas ni nada. Bueno, a los jóvenes y no tan jóvenes, porque según se ve en la calle, hay cuarentones y cincuentones que se pasan el día venga y dale a mandar mensajitos enalteciendo esto y lo otro, que eso es lo que hacéis, no me lo niegues.

Te pareceré, como siempre, una exagerada, pero tú, que has estado en mis entrañas y has mamado mi leche, deberías comprender mejor que nadie mi sinvivir. Ya no es por las vecinas, que se hacen lenguas las muy arpías y cuchichean cuando me ven pasar que ahí va la madre del tuitero, que menuda educación te dimos o que ya se veía venir. Lo que de verdad me reconcome es el miedo a que cualquier madrugada echen la puerta abajo y sea la guardia civil para llevarte preso. Es oír pasos en la escalera y ponerme en lo peor. Y aquí sí que no me vas a decir que me monto películas, porque estos días en el parte ya han contado varios casos de infelices como tú que han acabado delante de un juez por tuitear. ¿O me lo estoy inventado?