Urkullu y el contexto

Maquiavelo nunca pasa de moda: “El príncipe nuevo tiene enemigos en todos aquellos que se aprovechaban del orden antiguo”. Deberían grabar la frase en cada pasillo y cada despacho de Lakua Recobrada junto a su versión castiza del refranero español: arrieros somos y en el camino nos encontraremos. Ciento y pico días son más que suficientes para, siquiera, ir haciéndose una idea de por dónde van a llover las bofetadas y tener un tejado mínimamente consistente bajo el que guarecerse. De lo contrario, se acaba con la badana bien zurrada y, casi peor, con cara de pasmo infinito por haber mordido un polvo que venía anunciado en todos los pronósticos. ¡Leñe! Que era de cajón de madera de pino insignis que a Urkullu, además de atizarle collejas ex-novo con o sin merecimiento, le iban a buscar las mismas cosquillas que le rastrearon a López. Así,venía en letras bien gordas en el manual que aquella foto de la boda gaditana por la que tantos cantares se le sacaron al de Coscojales tendría su correlato o revancha en cuanto se presentase la ocasión.

Y bien poco tardó en presentarse la tal ocasión, calva como la pintan y, de propina, bajo la apariencia de una simetría tan perfecta que coincidía —¿qué tendrá Cádiz?— hasta el escenario. En el mágico sur estaba el lehendakari el mismo día en que se inauguraba la nueva planta de Petronor. Lo demás es un clásico del periodismo de ayer, hoy y siempre: lo que llamamos “crear el contexto”. Primero, una nota dando cuenta de la ausencia prevista, así, como quien no quiere la cosa. Luego, en fila india y en plan enigmático, las tiraditas: ¿Será que se lleva mal con Imaz? ¿Será por hacerle un feo al Borbón? ¿Por ambas cosas? En tres ediciones, la bola crece y cuando se deja caer, se lleva por medio el objetivo. Para entonces, es demasiado tarde. Se cumple la lógica del chiste del labriego que ordeñaba la vaca. Lo expliques como lo expliques, va a dar igual.