Ciaboga

Cabalgaban a galope tendido (vale, trote cochinero) las tropas contencionistas del adelantado Don Francisco, batiendo el aire vascón con su desgarrador bramido —¡raca-raca, raca-raca!—, cuando los cielos se abrieron y de ellos descendió un rayo escocés que al tocar tierra se convirtió en urna. En el mismo instante en que los valerosos hidalgos de la unción bi-tricolor se aprestaban a pasar por sus aceros a la enésima bestia secesionista que Belcebú había puesto en su camino, los detuvo a puro grito un heraldo llegado de los cuarteles de invierno de Patxinia.

—Órdenes nuevas. —informó a los confundidos y decepcionados combatientes— Por lo visto, los augures que leen los posos de las encuestas y la bilis de los votantes dicen ahora que con todo ese rollo de los diques y los muros, vamos de culo. ¡Volvemos a ser vasquistas! Por lo menos, hasta el domingo por la noche. Cuando termine el recuento, ya dirá Don Rodolfo si nos toca vestirnos de abertzales o de transversales. Tened los dos trajes preparados, por si acaso. El de frentistas, no, que esta vez no sumamos ni de coña.

—Entonces, ¿qué hacemos con esa? —preguntó uno de los avinagrados soldados señalando la urna envuelta en la cruz de San Andrés— ¡No podemos dejarla sin castigo! ¿No ves que es la viva imagen de Urkullu con falda de cuadros y gaita al hombro? ¡Seguro que lleva tatuada en la nalga la marca de la pepsicola!

—Ya lo sé. —contestó el mensajero— Y si te descuidas, un mensaje de Arnaldo grabado de extranjis en la cárcel esa que parece un photocall, pero ya os he dicho cuáles son las consignas. Si no lo creéis, aquí tenéis la prueba.

Según lo decía, desplegó una página del diario de confianza donde se leía: “El Gobierno vasco pone a Escocia como ejemplo para hacer el referéndum”. Y debajo: “López defiende un referéndum si es previo acuerdo”.

—Joder, pues era verdad. —se oyó una voz— Otra vez vasquistas. Qué sinvivir…

Grecia y el abismo

La metáfora de la tragedia griega está muy sobada pero, en su obviedad, es difícil encontrar otra que condense mejor el tremebundo embrollo que tienen montado en el país de las ruinas y el sirtaki. Como ya he pasado el sarampión y la selectividad, puedo escribir sin miedo a que me lapiden o me cateen que esos dramones que dos mil quinientos años después se empeñan en actualizar tipos sin alma y generalmente sin ingenio eran el equivalente de la época a los culebrones que hoy miramos como basurilla menor. Además de por la artificiosidad —sobre todo cuando las traducen cátedros tan amojamados como la lengua original—, las piezas se caracterizan por encadenar una sucesión de desgracias que le ocurren a alguien (el héroe o la heroína)… que por lo común se las ha ganado a pulso.

Si arrimamos la sardina de la comparación al ascua neoliberal, tendremos que los griegos las están pasando canutas única y exclusivamente por su mala cabeza, por haber sido cigarras derrochadoras y haberse dedicado al lirili subvencionado en vez de al lerele productivo y calvinista. Si la alegoría la hacen desde el fondo contrario, entonces se nos contará que toda la culpa de los épicos helenos es haber desafiado a los despiadados dioses del tercer milenio (los mercados, ya se sabe) y padecer a unos gobernantes veletas y bandarras.

¿Cuál es la versión buena? Probablemente, la que está tirando, ni poco ni mucho, hacia el medio. Vamos, que se han juntado el hambre y las ganas de comer en algo que si no lo es, se parece horrores a la tormenta perfecta. Lo jodido es que empezó a llover hace mucho y sacar un referéndum a modo de paraguas no parece que vaya a servir de gran cosa. Sí, muy democrático y tal, como corresponde a la cuna del supuesto “gobierno del pueblo”, pero llega con toda la pesca repartida. Lo único que podrán elegir los griegos es si mueren por asfixia o por inanición. Así de… trágico.