Cabalgaban a galope tendido (vale, trote cochinero) las tropas contencionistas del adelantado Don Francisco, batiendo el aire vascón con su desgarrador bramido —¡raca-raca, raca-raca!—, cuando los cielos se abrieron y de ellos descendió un rayo escocés que al tocar tierra se convirtió en urna. En el mismo instante en que los valerosos hidalgos de la unción bi-tricolor se aprestaban a pasar por sus aceros a la enésima bestia secesionista que Belcebú había puesto en su camino, los detuvo a puro grito un heraldo llegado de los cuarteles de invierno de Patxinia.
—Órdenes nuevas. —informó a los confundidos y decepcionados combatientes— Por lo visto, los augures que leen los posos de las encuestas y la bilis de los votantes dicen ahora que con todo ese rollo de los diques y los muros, vamos de culo. ¡Volvemos a ser vasquistas! Por lo menos, hasta el domingo por la noche. Cuando termine el recuento, ya dirá Don Rodolfo si nos toca vestirnos de abertzales o de transversales. Tened los dos trajes preparados, por si acaso. El de frentistas, no, que esta vez no sumamos ni de coña.
—Entonces, ¿qué hacemos con esa? —preguntó uno de los avinagrados soldados señalando la urna envuelta en la cruz de San Andrés— ¡No podemos dejarla sin castigo! ¿No ves que es la viva imagen de Urkullu con falda de cuadros y gaita al hombro? ¡Seguro que lleva tatuada en la nalga la marca de la pepsicola!
—Ya lo sé. —contestó el mensajero— Y si te descuidas, un mensaje de Arnaldo grabado de extranjis en la cárcel esa que parece un photocall, pero ya os he dicho cuáles son las consignas. Si no lo creéis, aquí tenéis la prueba.
Según lo decía, desplegó una página del diario de confianza donde se leía: “El Gobierno vasco pone a Escocia como ejemplo para hacer el referéndum”. Y debajo: “López defiende un referéndum si es previo acuerdo”.
—Joder, pues era verdad. —se oyó una voz— Otra vez vasquistas. Qué sinvivir…