Urdacis de allá y acá

Asisto divertido al perrenque del PSOE por el golpe de mano del PP para asegurarse el control de Radio Televisión Española. Sé que es un asunto serio, sobre todo, en lo que toca a los y las profesionales, que otra vez van a tener que tirar el viejo libro de consignas y aprenderse (o refrescar) el catecismo gaviotil. No es plato de gusto ser una especie de funda de sofá reversible —aunque hay dramas peores— y soy capaz de ponerme en su piel, pero no puedo evitar que se me descoyunte el bullarengue ante el crujir de dientes de unos dirigentes políticos que ya son lo suficientemente mayorcitos para saber que donde las dan las toman. Anda que no tienen bibliografía presentada en la materia de cambiar el polvo informativo por brillo propagandístico los señoritos…

No tenemos que irnos muy lejos ni en el tiempo ni en el espacio para comprobarlo, ¿verdad? No creo que lo que vayan a hacer las huestes marianas con el Pirulí sea muy diferente de lo que han hecho los de la sucursal autonómica de Ferraz en EITB. El Urdaci original palidece y resulta hasta entrañable frente a sus clones levemente modificados del Ministerio de la Verdad Audiovisual de Patxinia. Si es cierto que el navarro que pronuncia ce-ce-o-o va a volver, no le vendría mal un cursillo de reciclaje en la actual Txorilandia para constatar que sus burdas técnicas de recauchutado de la actualidad resultan sofisticadas en comparación con los grumosos potitos ideológicos que se sirven en el rancho grande. Bastaría con que se viera y escuchara el material sobre la muerte “accidental” de Iñigo Cabacas.

Desengañémonos. Encontrar un reflejo de la realidad mínimamente fidedigno en los medios públicos de la piel de toro se ha convertido en una utopía… si es que alguna vez fue otra cosa. En sus estatutos de creación está escrito con tinta invisible que, más allá de las filosofías y los bonitos discursos, sirven para lo que sirven.

¡No nos lo llamen!

Adagio atribuido a Alfonso Guerra: “¡Coño, es que hay cosas que se hacen… pero no se dicen!”. Maquiavelo habría corrido a collejas a los petimetres miembros del Consejo de Administración de RTVE —4 del PP, 1 de CiU y los vergonzosos abstencionistas de PSOE, ERC y CC OO— que se pusieron pilongos imaginando que podrían espiar por un agujerito cómo se visten y se desvisten las noticias en el ente público. Hay que ser cenutrio para dejar en el libro de actas la reinstauración de la censura previa. Eso canta tanto que hasta los borregos más dóciles protestan y, claro, hay que dar marcha atrás explicando que se te fue el dedo, que no sabes dónde tenías la cabeza o que pensabas que se estaba votando la designación de la morcilla de Burgos como patrimonio inmaterial de la humanidad.

Empecemos explicando a los ajenos a este oficio de tinieblas que en los tiempos actuales (Viloria aparte) no procede lo de irle al supertacañón a que te marque con el lápiz rojo lo que sí y lo que no. Ni siquiera se estilan los dictados. ¿Porque finalmente ha triunfado la libertad de expresión? Más quisiéramos. Es pura optimización de recursos y algo de mejora genética de la especie plumífera, que ya viene programada de fábrica para regurgitar las noticias (u opiniones si es el caso) al punto de sal exacto que le priva al pagador de la nómina. Podría presentarles a varios capaces de pasar del Pravda auténtico a El Alcázar sin que nadie notara nada. ¿Y qué les voy a decir de aquellos que en el baserri electrónico de ayer ibarretxeaban con idéntico timbre al que hoy lopezbasagoitean? Nada, que mañana otegiarán si sale el sol por ahí.

Dejen, pues, los politicos avispadillos de sacarnos los colores en público y de dar tres cuartos al pregonero para que todavía nos señalen más con el dedo cuando vamos por la calle con nuestra cruz. Bastante jodido es saber lo que somos. Así que, carallo, ¡no nos lo llamen!