Muerte (in)digna

¿Por qué tristeza? Supongo que porque los seres humanos, qué contradicción, acabamos funcionando como autómatas. Tenemos programadas las respuestas a cada estímulo y hasta los sentimientos, que uno imaginaría que deberían ser el último reducto de lo personal e intransferible, se rigen de acuerdo a unas pautas establecidas. Así de gregarios somos: al toque del resorte adecuado, nos dejamos invadir por una congoja exquisitamente convencional, que cumple con todas las normas ISO de la pena y evacuamos la cantidad de aflicción que indica el prospecto. A la muerte de una gran personalidad planetaria, por ir ciñéndome al caso concreto que ha provocado esta reflexión seguramente estúpida, le corresponde equis desazón. Y tal cual la expresamos, sin reparar siquiera en las circunstancias concretas, como si fuera lo mismo llorar por alguien que deja este mundo sin colmar su plenitud que por alguien cuya vida era solo un tecnicismo médico desde hace tiempo.

No, yo no he sentido tristeza alguna por la muerte de Mandela, que por cierto, me tocó anunciar en directo a los oyentes de Onda Vasca. En todo caso, un tanto de rabia y asco por la miserable hemorragia de elogios fúnebres de quienes representan exactamente lo contrario que él, colectivo que abarca de extremo a extremo del abanico ideológico. Nauseabunda, la subasta de su cadáver y de su legado entre tantos que lo hubieran matado física y/o virtualmente y que de algún modo continuarán haciéndolo. Vomitivas, las comparaciones a beneficio de obra de su figura con la de cualquier mangarrán que se ha llevado a treinta o cuarenta por delante, qué falta de respeto.

Más allá de ese mal cuerpo por la manipulación impúdica, lo que siento es alivio porque por fin vayan a dejarlo descansar en paz. Para mi, además de todo lo obvio, Mandela era una persona a quien se le privó (no sé si fue la biología o los intereses) del sagrado derecho a morir dignamente.

4 comentarios en «Muerte (in)digna»

  1. Cuanta razón tienes aunque te la traiga al pairo tenerla! Y por cierto todo el mundo se olvida de su estrecha relación con Fidel… Será que no es conveniente recordarlo?
    Un abrazo!

  2. Iban pasando los años y parecía que se perdía un poco la cuenta de la edad que tenía, como si todo el tiempo que pasó en prisión, no fuera nada en una vida de más de 100 años.
    He estado viendo reportajes de fotos de él, con todo el mundo de la farándula, de la política…reinas, reyes, políticos, deportistas, actores, modelos, cantantes…todos se hacíanlafoto de rigor con él.
    De qué forma amamos a los que luchan contra el racismo, y de que forma despreciamos a los que vienen de fuera, sobre todo si no son jekes, indios ricos y gentes del mismos estilo.
    Debe ser las ovejas que entran por las que salen…como decía el otro.

  3. Una vez más estoy en tu linea. Un gran ejemplo MANDELA, pero horribles comparaciones y arrivistas que expresan lo que no sienten.

  4. No sé su muerte, pero su vida fue muy digna. Yo estuve en Robben Island, la prisión a lo «Alcatraz» cerca de Ciudad del Cabo donde pasó muchos años, además en aislamiento. Muchos de los activistas más osados se volvían locos en la cárcel, el aislamiento, el frío, les manipulaban el correo y les hacían creer que sus familias les abandonaban etc…Además en la cárcel tb tenían apartheid y dependiendo si eras hindú, malayo (Cape malay que llaman ellos), o negro en diferentes grados de color, tenías derecho a más o menos comida etc (los blancos tenían su propia cárcel en Pretoria). Bueno, que me lío como siempre…, este hombre resistió más que nadie y fue un apoyo, una luz en los malos tiempos, si él podía aguantar dentro de prisión, los demás fuera no iban a ser menos. Aunque nos sintamos impotentes parece que un sólo hombre sí que puede cambiar las cosas. Goian bego.

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