Medir el clamor social

La penúltima matraca del españolismo con bigudíes es que una multitud en la calle no significa gran cosa. Es gracioso escuchárselo o leérselo exactamente a los mismos que exigían que Zapatero escuchase el clamor popular cuando le montaban procesiones tumultuarias para exigirle que no negociara con ETA. O ante las turbas arengadas por Rouco en contra del aborto. ¿Por qué esas movilizaciones sí representaban el sentir social mayoritario y la del otro día en Barcelona se pretende despachar como poco menos que una anécdota de la que no cabe extraer conclusiones? Antes de que me acusen de renuncio e incoherencia, señalaré que, efectivamente, se puede plantear idéntica pregunta en los términos inversos: por qué la gran V sí y los jolgorios de la derecha rancia, no.

Podría argüir que lo del jueves pasado fue la tercera superación consecutiva de un récord de participación, y que en todo este tiempo se han dado sobradas muestras de que se sustenta en un movimiento sólido que no solo no mengua sino que crece. Pero ni siquiera tiraré por ahí. Acepto como principio general que una o varias movilizaciones masivas no deben traducirse automáticamente como el reflejo exacto de lo que quiere o deja de querer la mayoría de la sociedad. Acto seguido, añado que hay un método bastante más fiable de determinar cuál es la voluntad colectiva mayoritaria. Consiste en algo tan simple como fijar una fecha, poner unas urnas y preguntar. ¡Vaya! Ahora que caigo, ese proceso que describo está en marcha. Si se quisiera, el próximo 9 de noviembre podríamos salir de dudas. Insisto: si se quisiera. Pero me temo que no va a ser.

5 comentarios en «Medir el clamor social»

  1. Pero el españolismo crepuscular no sólo utiliza fotos aéreas, fotos amañadas, informes infames de pasmas varias, cortaypegas de otros tiempos y latitudes… para intentar defender su posición; suele utilizar, también, esta herramienta asombrosa: La Encuesta.
    En efecto, raro es el día que el fascio no vomita sobre la aturdida ciudadanía los resultados de alguna de ellas (que si «equis tanto por ciento cree que…» «que si un minúsculo tanto por ciento desearía que…» » que si patatín, que si patatán») garantizando la fiabilidad de las conclusiones en base a esas abstrusas fórmulas matemáticas inherentes a la disciplina Estadística, disciplina que -entre otras cosas- sirve para definir colectivos a base de identificar, mediante encuestas, determinadas características en sub-partes de ellos.
    Pero ¡ostras Pedrin! ¿Encuestas? ¿Preguntar a la gente? ¡Es imposible, porque lo prohíbe el Panfleto Sagrado Mesetario! Además ¿no aseguran Mariano y su banda, una y otra vez, que eso es profundamente antidemocrático?…
    El asunto me ponía la cabeza como una centrifugadora, hasta que el otro día, en el bar donde cato el último peleón antes de retirarme, uno de corbata que tenía pinta de baranda de la Administración local, y pinta de ser tío leído, nos lo aclaró a la parroquia: Encuesta sí, Plebiscito no.
    Entonces ¡asunto solucionado!: Que los catalanes organicen una encuesta que tome como muestra representativa el 99,98% de la población, en lugar del 0,01/0,02% habituales!
    Además de cumplir con la ley, el estudio arrojaría resultados bastante más fiables que los conseguidos con muestras de menor tamaño.
    De nada.

  2. Claro, claro, el «españolismo con bigudíes» pero también el «vasquismo pactista». Así lo decía Josu Jon en su No imponer , no impedir: «Una consulta ciudadana planteada como escenario de acumulación de fuerzas para una confrontación política es muy discutible, y desde luego contraria al espíritu y a la letra de la posición de EAJ-PNV…». Pues eso.

  3. J.Palmer: Pues lo de la encuesta saldría caro (imagino que más que una consulta), pero no es descabellado. Además, según la ley, si te encuesta un instito oficial (por ejmplo, el Eustat) estás obligado a contestar…

  4. En el escrito de J. Palmer hay una verdadera solución, tanto para Rajoy como para Mas, e incluso para los políticos de buena fe que quieran encontrar una vía democrática basada en el consenso y la bilateralidad. El considerar la consulta lo que es: una consulta, sin efectos jurídicos, ni plebiscitarios facilitaría una base de datos fiables democráticamente para iniciar un futuro de relación estable y cordial.
    El considerar ilegal la consulta es un simple engaño que enmascara el déficit democrático del sistema que padecemos: Si la Constitución dice que sólo el Presidente del Gobierno puede convocar plebiscitos y se refiere lógicamente a aquellos con carácter de refrendo de leyes, hay que darse cuenta que esta consulta no es un plebiscito (tampoco lo era la consulta de Ibarretxe).
    Pero aún considerándolo así, que lo convoque Rajoy (si es que no pude delegar).
    Si no puede hacerlo sólo para Cataluña (ya es poner excusas, pero vamos a admitirlo), convóquese para todo el pueblo español «soberano» (La Constitución no dice que la soberanía resida en «todo» el pueblo español, sino sólo en «el pueblo español», en general).
    Diséñese la pregunta en forma en consenso, pero lo más clara y determinante posible. Los resultados, que serían evidentes a nivel estatal, serían elocuentes a nivel catalán, y éstos (también los del resto de España) serían una base para el sano ejercicio político de practicar la democracia siguiendo la voluntad popular.
    No es que sea ilegal, es que no se quiere hacer. Ni PP ni PSOE ni UPyD, ni Ciudadans.
    Les falta carácter democrático, porque, en realidad, es un sondeo al 100% ¿Dónde pone en la Constitución que esto esté prohibido?

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