Una de las mayores desgracias de los pobres es que buena parte de los que se han erigido en sus valedores no han pasado una estrechez en su puñetera vida. Ocurre así que burguesotes bien nutridos y sin mayores preocupaciones que la escasa duración de la batería del iphone se lían a pontificar sobre lo que supone o deja de suponer carecer de lo básico. No dudo que en muchos casos lo hagan con la mejor de las intenciones y hasta con el ánimo verdadero de luchar contra la desigualdad. Sin embargo, basta un vistazo a las tertulias, las columnas y, ¡ay!, los parlamentos, para comprender que la denuncia de la pobreza se ha convertido en un vehículo para el lucimiento dialéctico, cuando no directamente para la demagogia más rastrera.
Para hacer demoledores discursos sobre las tremendas consecuencias de la exclusión, es condición indispensable que haya excluidos, y cuantos más, mejor. He ahí una de las paradojas más perversas de lo que describo, que se une a otra más: nos faltan datos medianamente fidedignos sobre la pobreza en nuestro entorno. Y no será por falta de informes. De un tiempo acá, no dejan de llover estudios sobre la miseria. Cada cual resulta más alarmante que el anterior, pero si alguien se toma la tarea de confrontar cifras entre unos y otros, observa que coinciden más bien poco. Incluso dentro del mismo trabajo se tiende a hacer una sola suma, mezclando personas en situación de extrema necesidad con otras que llegan a fin de mes, aunque sea a duras penas. Quizá ese trato tan flexible de los números atienda a propósitos nobles, pero mentir no ayuda a resolver un brutal problema como este.
¿Cómo se llamará a la mía? A mi pobreza, digo. Las dos primeras semanas del mes vivo normal, la tercera ya no tan bien y la última casi no vivo. Ya, ya, mala administración pero no me merece la pena vivir comiendo pasta con tomate todo el mes.
En cuanto a lo que dices de tertulianos que no saben de lo que hablan, pitxin, los tuyos tampoco. Me hace particular gracia que hablen de la RGI, de la que no tienen ni puta idea. Venga decir que es un derecho, que es un derecho y a mucha gente se la deniegan, o te siguen pagando cuando te das de baja y años después te embargan la cuenta por pagos indebidos etc, etc. Hay más tema que los benditos extranjeros, ya verías tú que si se aplicara aquello del sueldo ciudadano que estuvo en boga durante un tiempo (vamos, una RGI global), ya verías cómo habría muchos menos problemas, quejas, racismo, «antirracismo» de ONGetas y demás.
Oye! No te me ahogues eh! Parece que andas con problemas respiratorios, a cuidarse, sagutxu.
Se me ocurre que se amplíe la Ley de Partidos incluyendo la obligatoriedad explícita de condena de la Pobreza y la Exclusión Social.
Y la creación de una ley de Víctimas de la Pobreza y la Exclusión Social que vele contra aquellos que hacen apología de la Pobreza y la Exclusión Social.
Y que se incluyan referencias a dichas leyes en el consenso de un suelo ético para la interlocución entre partidos políticos.
Que no, que no voy «de risas», que lo digo en serio!
Sólo por ilustrar, una viñeta de «El Roto» hace tiempo (al principio de la crisis, o sea hace tiempo) que recuerdo como un sesudo editorial:
Dibujadas, una oronda figura sombría con frac, sombrero de copa y puro entre los dedos, y a su lado un pobre de solemnidad, delgado, descalzo, con pantalón atado con cuerda y camisa rota.
Este dice: -Oiga Vd: Yo soy pobre pero honrado.
Y el ricachón: – Ya lo digo yo siempre. Las desgracias nunca vienen solas.
Y es que está todo muy relacionado.
Perdón por la cita, pero venía muy a cuento.